28 oct 2016



La loca de Candelaria. Discapacitados, los dejados de la mano de Dios.

Si ustedes ya han leído nuestras publicaciones anteriores: “Araya, Las Cuevecitas y Malpaís en 1848", “Llegada del agua potable a Candelaria", o “María Marrero Castellano, la amancebada que no podía ser enterrada en el cementerio católico", les será más fácil entender la presente publicación. Porque según fuimos adquiriendo un conocimiento más profundo de las condiciones de vida de nuestros antepasados hubo otro grupo social, que nos atrajo especialmente el interés, y ese fue el de los discapacitados,  porque si para las demás “almas”, el sobrevivir al día a día fue duro, para ellos, los discapacitados, aún lo fue mucho más .


La discapacidad es la condición que se les da a las personas que presentan una deficiencia física, mental, intelectual o sensorial y que afecta a la forma de como esas personas se relacionan con el resto. En el pasado, fueron llamados impedidos, tullidos, cojos, mancos, ciegos, mudos, bobos, etc…, personas a las que los nombretes o motes se les aplicaban como auténticas etiquetas descriptivas  “el Rengo”, “el Bizco”, “la Sorda”, “la Herniada”, etc... .

Nos llegó a sorprender que en determinadas épocas hubieran sido, especialmente numerosos, en nuestros pueblos.  Pero la sorpresa fue en aumento a medida que fuimos conociendo diferentes casos y aspectos de sus vidas.Los hubieron tanto en Malpaís, Las Cuevecitas como en Araya, un ejemplo, fue el caso de varios hermanos ciegos de Araya, que vivieron confinados en un grupo de cuevas habitables que se encuentran al borde del andén de un profundo barranco y del que casi no salían para no accidentarse. Evidentemente, como la gran mayoría de las discapacitadas, las mujeres de este grupo de ciegos, fueron todas madres naturales de varios hijos e hijas, con lo que sus ya precarias condiciones de vida no solo les afectaron a ellas como discapacitadas sino también a sus hijos. Pero aun así, una de estas hermanas ciegas, fue capaz de superarse y esforzarse lo inimaginable y más, hasta que montó un negocio propio, “una venta”, un lugar donde vendía productos de primera necesidad  para un reducido número de vecinos y que también servía de lugar de reuniones donde los hombres jugaban a la "baraja" (las cartas)  y bebían “algo”.


Parte de las discapacidades que sufrían nuestros antepasados, se debían a la alta consanguinidad existente entre ellos, pero otra parte eran producto de accidentes, caídas, golpes, etc., fruto todas ellas de trabajar en duras labores físicas durante largas jornadas diarias al aire libre. Labores que realizaban tanto hombres, mujeres como niños, lo cual era condición indispensable para asegurarse  el escaso alimento diario y muchas veces ni para eso. Si un miembro de la familia tenía un accidente, decaía su fuerza o enfermaba pasaba a depender del resto del grupo familiar, con la consiguiente carga que eso podría suponer para los demás. Esto, empeoraba cuando nuestros antepasados eran trabajadores de “tierras ajenas” (porque no poseían tierras propias), y trabajaban de “medias” o vendían su única fuente de ingresos, su fuerza física, a cambio “del sustento” (la comida). Si tenían un accidente o cualquier enfermedad no existían los “subsidios”, se quedaban sin “sustento” y pasaban a depender de sus familias, si las tenían, y si no… de las limosnas.


Otro factor promotor de discapacidades eran las enfermedades que sufrían. Nuestros antepasados padecieron de frecuentes hambrunas causadas, casi siempre, por largos periodos de sequías, lo cual favorecía el rápido desarrollo de enfermedades. Los enfermos en nuestros pueblos eran atendidos fundamentalmente por curanderas que eran perfectas conocedoras de remedios para curar a través de plantas, pero las enfermedades infecciosas estaban fuera de su alcance. Eso, eran cosas mayores y propias de médicos, profesionales que no estaba al alcance  de todo el mundo, hay que tener en cuenta también el escaso nivel y los mínimos recursos que tenía la medicina en esas épocas, además de que eran profesionales escasos, y había que desplazarse para acceder a sus servicios, bien a Güímar, a Arafo y más recientemente a Candelaria, pero lo que los hacía realmente inaccesibles para nuestros antepasados eran “sus honorarios”.


Por ello, en muchas ocasiones, las enfermedades traían la pobreza y esto se convertía en un círculo de difícil solución. Que unido a las deficientes condiciones higiénicas  que existían, amparadas fundamentalmente por la escasez de agua, el hacinamiento y las malas condiciones de las casas, las cuales frecuentemente eran compartidas por muchas personas, esto favorecía el desarrollo de todo tipo de infecciones y epidemias como las de lepra, gripe española, fiebre amarilla o las de viruela en las que los que lograban sobrevivir solían quedar estériles, ciegos y físicamente marcados (la enfermedad provocaba la aparición de ampollas de pus en la piel que al secarse quedaban en forma de costras que al caerse dejaban cicatrices permanentes)  por lo que siempre se evitaba el contacto con ellos por miedo al contagio.Es evidente que existió una relación directa entre pobreza, enfermedad, marginalidad y personas con discapacidades.








Todas estas situaciones de frecuentes hambrunas, enfermedades y epidemias, provocaban aún más discapacidades ya que se generaban estados de ansiedad,  demencias, enajenaciones mentales,  locuras, etc… como lo ocurrido a la candelariera Inocencia Cruz Coello que a finales del verano y principios del otoño de 1935 fue motivo de varios artículos en el periódico “Hoy” debido a que era mantenida recluida en su casa sentada en el suelo mediante un cepo que le aprisionaba las piernas para evitar su movilidad, por lo que fue llevada al manicomio de la capital y según empezó a tener una alimentación en condiciones y a ser tratada médicamente comenzó a mejorar.
Nada más sabemos de Inocencia, más allá de esos hechos, desconocemos si logró finalmente ser curada de su demencia, si regresó nuevamente a Candelaria o si tuvo descendientes. Hoy solo exponemos su caso como ejemplo de las discapacidades que padecieron nuestros antepasados debido a las hambrunas que pasaron.





—¿Ha venido el medico a verte? —No, señor. Somos muy pobres. Mi abuela no tiene dinero ni yo tampoco. Quiero que me saquen de aquí, que me vea la luz del sol; quiero pasearme al aire libre, distraerme y me pondré buena. Además, tengo hambre. Quiero comer. No me dan sino agua.
 La abuela interviene. —Eso es mentira —dice— porque se te da de comer.
—¿Qué le dan de comer? —Por la mañana un poco de café y leche y a la noche algo de cena. —¿Nada más que eso? — ¿Qué más le voy a dar? Yo vivo de limosnas. Eso que come Inocencia se lo manda un hermano.
—No, medicinas, nada. Si la recetaran y la cuidaran bien, creo que se pondría buena, porque ella es modosita y cariñosa.
Reanudamos la conversación con Inocencia, que ha seguido con atención las palabras que hemos cambiado con la abuela.

—Trabajaba vendiendo pescado y también en los tomates. Estuve en las fincas de don Modesto Campos, en Güímar. Yo lo que quiero es que no me tengan aquí como un perro, en este suelo y sin comer. Tengo hambre. ¡Por Dios, denme algo!  Señor... le voy a decir una cosa. Oí el otro día a mi abuela hablar de manicomio. ¿Por qué? Yo no necesito Manicomio sino un médico y, comida y que me curen.













21 oct 2016



Cha Carmela y Enriqueta Alonso. Un ejemplo de recuperación de la transmisión oral familiar.


La tradición oral, es la forma de la que nos hemos valido durante generaciones, para transmitir conocimientos y experiencias adquiridas en el pasado a las nuevas generaciones.


De esta manera, nuestra sociedad ha podido transmitir su historia, tradiciones y otros conocimientos a través de generaciones sin usar la escritura. Lo cual, era algo que no estaba al alcance de la mayoría de la población de nuestros pueblos y por eso el analfabetismo afecta a una buena parte de nuestra población de ancianos.


Una cosa, es la transmisión oral colectiva de una comunidad, y otra es la transmisión oral familiar. En este último caso, la transmisión oral recae fundamentalmente en las personas mayores del entorno familiar. Y en los últimos tiempos, creemos, que la historia familiar no se está transmitiendo como hasta hace unas décadas atrás. Encontrándose esta transmisión en un serio retroceso debido,  principalmente, a dos causas: la primera que nuestros mayores ya no están llegando a la ancianidad en las mismas condiciones mentales en que lo hacían sus antepasados, y la segunda por la desestructuración de las familias.


Por ello, es que surge esta parte previa de nuestro proyecto, la publicación de los extras de información que hemos recopilado, para intentar rescatar esa transmisión de conocimientos familiares, fomentando el intercambio  de “cuentos”, opiniones y cualquier tipo de anécdotas en el seno de las familias para propiciar con ello la reactivación de la tradición oral familiar y la colectiva en los pueblos de nuestro entorno. Con el fin de lograr, con ello, un reseteo de “la historia familiar” y evitar que desaparezca, fomentando que sea recogida  en el seno de las familias. Y al mismo tiempo que las familias tengan una excusa para hablar e intercambiar vivencias.


Esta experiencia no es nueva en nuestro municipio, por lo que queremos destacar dos publicaciones que nos han sido de gran utilidad para nuestro proyecto, ya que albergan infinidad de acontecimientos y personajes  de los pueblos de las medianías de Candelaria.


La primera nos fue de gran ayuda, ya que cuando casi estábamos iniciando este proyecto, una familia de Araya publicó en formato libro la vida de su abuela. La cual se narra de una forma amena y cercana utilizando como base los “cuentos” que esa abuela le hacía a sus descendientes, siendo una de sus bisnietas, Texeneri Delgado Higuera, la que casi 10 años después del  fallecimiento de cha Carmela Díaz , que así se llamaba esta abuela, la que transcribió esos “cuentos”. En un principio, pensando en el ámbito familiar, pero fue tanta la trascendencia que tuvo la vida y las enseñanzas que transmitió cha Carmela que su “librito” voló de casa en casa y de pueblo en pueblo. Su éxito de divulgación, estuvo, a nuestro juicio, en que no estaba hecho para trascender al ámbito público, se creó para un ámbito familiar y privado y en una forma narrativa “antigua” que ni la autora quizás sabía que estaba utilizando. Usó la forma narrativa de su bisabuela, la del “cuento”, la de la transmisión oral contada en forma de historias y por eso caló entre aquellas personas que lo leyeron y entre las que continúan haciéndolo. Por ello nos sorprende que  casi ocho años después de haberse publicado y pese a la importancia que creemos que tiene, este libro no esté disponible en las bibliotecas del municipio. 



La segunda ha sido también publicada en formato libro recientemente por el ayuntamiento de Candelaria: “Enriqueta Alonso Pérez en diez historias”, con características similares al de Cha Carmela. Y en el que por medio de las historias ("cuentos") que contaba Enriqueta Alonso sobre su vida se dan a conocer una serie de personas y hechos históricos de relevancia para nuestro proyecto.


 

Ambos libros son lecturas cercanas, porque las identificamos como algo familiar,  pero es que además son educativas e introductorias de la historia local reciente. 


Por ello, esperamos que las diferentes publicaciones que vamos subiendo a este blog reactiven en sus familias la tradición oral familiar y vayan acopiando información para poderla confrontar y contrastar con la que nuestra Guía Genealógica pretende aportarles.



14 oct 2016



Origen de Araya, tierras que se llamaban en tiempo de guanches Xiban .


Por los libros de Datas de Tenerife, sabemos que tras la conquista de la isla, el Adelantado Alonso Fernández de Lugo, procedió al repartimiento de tierras entre los conquistadores castellanos, “canarios” (indígenas de Gran Canaria que colaboraron en la conquista de Tenerife y La Palma)  y a  escasos guanches (indígenas o “naturales” de Tenerife). Entre las tierras otorgadas en el Valle de Güímar, hemos de destacar, las que en el año 1514 (nº 1086 doc. 43)  se concedieron a Miguel de Güímar natural y vº desta Islaen la zona:


“… encima de Nª. Sra. Candelaria, q. eran campos de los guanches, q. se llamaban en tiempo de guanches Xiban”.



Sabemos que, tanto Miguel de Güímar, como sus hermanos Antón Azate, Simón de Güímar y María de Güímar (también llamada María Fernández) tuvieron que ser guanches destacados para que les fuesen concedidas tierras tras la conquista, aunque no consta que fuesen de la familia del mencey de Güímar. Miguel de Güímar continuó viviendo en el valle y se casó en con doña Isabel (hija de Adjoña, mencey de Abona), de cuya unión fue hijo Pedro Miguel el cual casó con María Hernández (hija del guanche Gonzalo Guanicas del bando de Anaga) .




Parte de las tierras  concedidas a Miguel de Güímar quedaron, toponímicamente, deslindadas el 3 de marzo del año 1574 (60 años después de haber sido otorgada la Data) cuando María Hernández, la viuda de su hijo Pedro Miguel, procede a hacer testamento ante el escribano Sancho de Urtarte:


 “… declara que Pedro Miguel heredó de su padre, Miguel de Güímar, cierta cantidad de tierras en Ntra. Sra. de Candelaria lindantes con el barranco de la huerta y la noria de los frailes de Ntra. Sra. de Candelaria a dar a la fuente de Chilse, con el barranco de la Cruz del Conde que dicen por nombre Chaxacoy y Araguygoña y por la banda de arriba Chafa cortando a la fuente…







“… con las demás otras que lindan con estas tierras, por la parte de abajo con el camino real que va a la ciudad, …”







“ … ,con la vena de la mesa, aguas vertientes a las dichas tierras y con el roque de Chafa…” 







Por lo que de este testamento de María Hernández,  deducimos que ella y sus hijos eran propietarios de una gran extensión de tierras que,  partiendo desde el camino real que va a la ciudad llegaban hasta Chafa y la fuente de Chilse (actualmente fuente de Chese) y que limitaban  por uno de los laterales con la vera de la Mesa a aguas vertientes (hacia el Valle) y por el otro lateral con el barranco de la huerta y la noria de los frailes (actualmente llamado de los Guirres en su desembocadura y en la zona alta del Rincón y  Achacay) y que es el límite divisorio físico entre las tierras de  Araya y Las Cuevecitas. Tierras que como hemos podido ver eran propiedad de guaches (que también fueron llamados “naturales”).





Estas tierras que habían quedado recogidas, como ya hemos dicho anteriormente, en los libros de datas  y quese llamaban en tiempo de guanches Xiban, vienen a conformar, lo que en la actualidad es la demarcación geográfica y de asentamiento del pueblo de Araya.


Pero el nombre de Araya, no consta por escrito en ningún otro documento (que conozcamos) hasta que en abril de 1574 , Diego Moreno, hijo de Pedro Miguel y María Hernández, acuerda ante el escribano Sancho de Urtarte el arrendamiento de un pedazo de tierra en  el término de Araya. Siendo esta, como hemos dicho, la primera vez que se cita en un documento escrito el nombre de Araya y esto ocurrió tan solo sesenta años después de habérsele concedido a Miguel de Güímar (abuelo de Diego Moreno) en 1514 las tierras quese llamaban en tiempos de guanches Xiban”.


Existe otro documento de 1576, escriturado ante Sancho de Urtarte, en el que se dispone la dote matrimonial de  Francisca Pérez (que fue hija de Miguel Hernández y nieta de  Pedro Miguel y María Hernández), en la que se indica que se le concedenpara sustentar la carga del matrimoniovarios pedazos de tierrasito en Araya, entre los que destacamos por los topónimos que se mencionan:


  •          3 fanegasde Chicora para arriba. El topónimo “Chicoro” existe actualmente en Araya, es la parte central del pueblo y en la que se concentran todos los servicios del mismo.

  •          4 fanegasde la medida para arriba. El topónimo “La Medida” también ha persistido  hasta nuestros días y marcaba el límite inferior o de entrada al pueblo y coincidía con el camino viejo o camino real del sur. Recordemos que María Hernández en su testamento fijó el límite inferior de sus propiedades en, por la parte de abajo con el camino real que va a la ciudad, en este lugar.




Esta dote matrimonial de  Francisca Pérez y la ubicación de estas tierras tienen una gran importancia porque la evolución de las diferentes familias, que descienden tanto de Francisca Pérez, como de sus tíos Diego Moreno y Juana Pérez (todos ellos descendientes de Pedro Miguel y por tanto de Miguel de Güímar),  estará muy vinculada a estas tierras en Araya – Xiban,  parte de las cuales, aún hoy en día, sus descendientes continúan conservando, ya que las vienen heredando desde que en 1514 le fuesen concedidas a su antepasado  Miguel de Güímar  por el Adelantado Alonso Fernández de Lugo.


Cabe resaltar que entre las familias que descienden directa o indirectamente de Miguel de Güímar y que aún continúan asentadas en Araya están los Díaz, los Chico, los Rodríguez o los Torres (que a groso modo puede ser el 70% de la población actual de Araya). Y rara es la familia que aún portando otros apellidos no hayan emparentado en algún momento con estas, incluido las familias de más raigambre en Las Cuevecitas o Malpaís, pueblos estos en el que, por ejemplo, la familia Rodríguez ("los Pina"), descendientes directos de Francisca Pérez, esta emparentada con casi todas las demás.


Estos hechos, nos ratifican en la expresión que usan nuestros mayores: ¡eso es más viejo que Araya!, pues efectivamente Araya (en tiempos de guanches Xiban) viene de muy atrás, de muy viejo.


Un motivo más para enorgullecernos de nuestros orígenes y respetar la tierra en la que vivimos y que ha visto nacer y morir a muchas generaciones de nuestra gente.


Gen de Candelaria - Elías Torres







Biografía:

  1.  Las Datas de Tenerife. Elías Serra Ráfols.
  2. El Valle de Güímar en el Siglo XVI. Protocolos de Sancho de Urtarte. Miguel A. Gómez Gómez.






7 oct 2016



Nicolás Marrero Díaz. El arayero que fue alcalde de Santa Úrsula.


Los lazos de parentesco  que existen entre los habitantes  de los diferentes pueblos de las medianías de Candelaria y los pueblos de los municipios que componen la Comarca de Acentejo tienen su explicación,  si tenemos en cuenta la gran afluencia de peregrinos que procedentes de esta zona de la isla se acercan cada año a las fiestas de la Virgen de Candelaria y que desde la antigüedad acceden a pie hasta Candelaria siguiendo los diferentes caminos reales.


Los habitantes de los municipios de Tacoronte, El Sauzal, La Matanza y La Victoria, por ejemplo, cuentan con más lazos de parentesco con los habitantes de Igueste debido a que  los caminos reales que conducen desde los diferentes pueblos de esos municipios  confluyen en la cumbre de Candelaria en el lugar de Las Lagunetas y desde ahí descienden siguiendo un único camino real por el Valle de Igueste hasta Candelaria.


Pero en cambio, los lazos de parentesco  de los habitantes de Araya, Las Cuevecitas y Malpaís  se concentran mayoritariamente en un solo municipio de la Comarca de Acentejo, con Santa Úrsula  y eso también tiene su fundamento en la existencia de un  camino real o ruta de peregrinación, el cual parte desde Santa Úrsula  y desciende por Malpaís donde se une con el camino real que viene desde La Orotava, pasando por Arafo. Pero los peregrinos también se desviaban en su descenso a Candelaria por los caminos secundarios que unen las tierras de Chivisaya, con los pueblos de Las Cuevecitas y Araya.


Por eso, son muchas las familias de nuestro entorno, que en el pasado contaban con familiares en Santa Úrsula, algunas de las cuales los han mantenido hasta hace pocas décadas, como pasa, por  ejemplo con los Díaz, con los Castro, con los Otazo, con los Pérez, con los Marrero, o con los Torres.

En esta publicación, queremos referirnos a uno de nuestros paisanos que “viró de la cumbre pa’ atrás”, para trasladarse a vivir al pueblo de La Corujera, en Santa Úrsula.


Tuvimos constancia de la existencia de descendientes de la familia Marrero en Santa Úrsula por medio de dos entrevistas. Una realizada a doña Ramira Díaz Ramos y la otra a don Valerio Pacheco Marrero, por medio de las cuales nos describieron sus lazos de parentesco con estos Marrero “del norte”. Y tirando de la hebra localizamos en La Corujera a doña María del Carmen Marrero García, pudiendo con ello completar esta rama familiar de santaursuleros – arayeros.



Nicolás Marrero Díaz nació en Araya en 1846 y se estableció en Santa Úrsula en el año 1868  tras contraer  matrimonio con la santaursulera María del Rosario Guzmán Noda, de cuya  unión tenemos constancia que nacieron los Marrero Guzmán: Marcelino Antonio, Pedro Pablo, Cristina, María y Miguel Jacinto. 

Esta unión matrimonial propició que, a posterior, otros paisanos de estos pueblos continuasen emparentándose y estableciéndose en ambos pueblos.


Don Nicolás se crió en una familia de agricultores con cierta formación e importancia. Su abuelo Francisco Anastasio Marrero García, fue  un destacado agrimensor y por tanto, de las escasas personas de la zona que contaba con un título profesional adquirido mediante el estudio. Suponemos, por ello, que don Nicolás contó con cierta formación, al igual que sus hermanos, que sí que nos consta que la tuvieron,  ya que fueron una rara excepción al saber leer y escribir en unos tiempos en los que  ese hecho era algo excepcional en nuestros pueblos. María Marrero Díaz,  “María la cabezuda” , la única hermana que tuvo, fue la única mujer que sabía leer y escribir con fluidez a principios del XX en Araya y nos extrañaría que en Las Cuevecitas y Malpaís hubiera habido alguna otra mujer con esos conocimientos. Su también hermano Pedro Pablo Marrero Díaz, es aún muy recordado por haberse destacado en el acogimiento  de muchos emigrantes de nuestros pueblos que tras su llegada a Cuba se establecían en su finca “La Macagua” de Güínes (provincia de La Habana), hasta que él les buscaba un trabajo. 


Por medio de los Boletines Oficiales de la época tuvimos constancia de que don Nicolás había tenido una vida pública destacada en Santa  Úrsula a finales del siglo XIX y principios del XX,  llegando a ser miembro de jurados populares, presidente de mesas electorales y concejal. 


Boletín Oficial de Canarias ( 4 de marzo de 1896). 
 



Boletín Oficial de Canarias ( 4 de agosto de 1902).





La vida pública de don Nicolás Marrero Díaz lo condujo a asumir el cargo de alcalde del municipio de Santa Úrsula durante un periodo, que nos conste, de dos años, de 1904 a 1906. Cargo que volvió a desempeñar por unos meses en 1908. 


 Boletín Oficial de Canarias ( 8 de julio de 1904).

 Boletín Oficial de Canarias ( 12 de septiembre de 1904).

 Boletín Oficial de Canarias ( 16 de mayo de 1906).

Boletín Oficial de Canarias ( 6 de noviembre de 1908).


La primera mitad del siglo XX fueron tiempos difíciles para todos. Por ello, no idealicemos y pensemos que los cargos que ocupó don Nicolás libraron a su familia de las penurias de esa época,  especialmente fueron muy duros para algunos de sus descendientes, que terminaron regresando a su Araya natal donde tuvieron una vida de lo más desdichada y carente  de los más mínimos recursos. 


Por tanto, los actuales descendientes de don Nicolás Marrero Díaz, en Santa Úrsula y en Araya, que en su gran mayoría desconocen estos hechos, a partir de hoy tendrán un motivo más para enorgullecerse de sus orígenes. 


Gente humilde, sencilla,"sin pompa" y que también tiene su historia. Historia... que se ha perdido y entre los objetivos de nuestro proyecto está rescatarla del olvido.




Para ampliar información recomendamos:



  1.  Don Francisco Anastasio Marrero García (1791-1879). Octavio Rodríguez Delgado.