Romeo y Julieta, de Las Cuevecitas y Araya. La historia de una familia emigrada a Cuba por amor.
Hasta no hace tanto tiempo, era el padre y, en escasas ocasiones, la madre (por ausencia justificada del esposo debido a la emigración o por fallecimiento de este), quien decidía con quien se casaban, o no, sus hijos. Se encargaba para ello de buscarles un pretendiente/a “conveniente” y esa conveniencia venía siempre establecida por “los teneres” (el patrimonio familiar de los futuros contrayentes).
Este tipo de proceder es lo que determinó un alto número de matrimonios
entre parientes. Cuyo fin era el de mantener una determinada posición social
privilegiada que pudiese tener esa familia, ampliar el patrimonio familiar, o
evitar que las escasas tierras familiares que poseían se dividiesen.
Pero… en toda época existieron personas que se rebelaron a esta forma de
proceder y una de estas situaciones nos la reveló la tradición oral, que nos
hizo conocedores de que a principios de 1900 a una pareja de jóvenes enamorados
(cuevicitero, él y arayera, ella) la familia
de él no le permitió u autorizó el “noviazgo”, por ser la familia de la
joven de escaso patrimonio y por tanto de escasa relevancia dentro de la
sociedad de estos pueblos. Esta situación determinó que la “prohibición
familiar” en vez de poner fin a la relación amorosa, la afianzase más aún, y que
el joven, para vivir su amor junto a su enamorada, tuvo que fugarse y emigrar a América donde había convenido reencontrarse con ella.
Pero fue a raíz de recibir los descendientes de esta familia en Cuba
nuestra Guía Genealógica, cuando una de sus
nietas nos remitió la historia de la vida sus abuelos. El resto de la historia de
estos especiales “Romeo y Julieta de Las Cuevecitas y Araya” , un “cuento”
PRECIOSO, pese a su duro final .
Historia que transcribimos a continuación y que nos hace conocedores de
la realidad que vivieron muchos de nuestros parientes, que optaron por emigrar
ante la falta de recursos económicos existentes en esta tierra nuestra y la
gran hambruna que se padecía. La gran mayoría de nuestros paisanos que
emigraron a Cuba, lo hizo para continuar trabajando en lo que sabían, cultivar
la tierra, trabajos que eran fundamentalmente de carácter temporal (por zafras) y asociados a cultivos de caña de
azúcar y tabaco.
Juan Marrero Rodríguez (conocido como “Hermógenes”) y Eugenia Castro Gil, son nuestros protagonistas y ejemplo de esos paisanos que emigraron a Cuba (la gran mayoría no se hicieron ricos, ni "vivieron como dioses" ), vivieron una vida errante, dura y llena de sin sabores, pero… estos paisanos nuestros siempre tuvieron algo que los hizo superar las adversidades de la vida, “el amor del uno por el otro”.
Juan “Hermógenes” Marrero Rodríguez y Eugenia María del Socorro Castro
Gil se unen en matrimonio a la edad de 18 y 19 años respectivamente, muy pronto
emigraron a Venezuela donde vivieron alrededor de 1 año allí él trabajó en una
finca de tabaco y tuvieron su primer hijo llamado Miguel, el cual falleció en
nueve meses.
Partieron entonces para Cuba desembarcando por Caibarién y se
establecieron en el lugar cercano llamado “María Luisa”, allí tuvieron seis
hijos más: Juan (Cuco), Pedro (Paco), Ana Rosa, María Esther, José y Ana María
(Mañe), pero tuvieron otra fatalidad de perder con pocos años de nacido a José
y decidieron marcharse para el pueblo de Zulueta, allí Hermógenes trabaja como
arriero pero llega una enfermedad llamada tiffu y pierden otro hijo más, Ana
Rosa de 11 años de edad. Se trasladan para la zona de San Felipe cerca del
central azucarero San José donde están por varios años.
En el 1940 Hermógenes y Eugenia decidieron regresar a su tierra natal
pero su hijo Juan ya está casado y no está de
acuerdo, por lo que piensan no
separar su familia y quedarse para siempre en Cuba.
Pueblos de la provincia de Villa Clara en los que vivieron Hermógenes y Eugenia.
Alrededor del año 1948 se trasladan para la zona de Sitio Potrero cerca de la ciudad de Placetas y luego se acercan a Oliver y compran una finca donde vivieron en el centro de su finca y sus cuatro hijos alrededor por varios años.
A principios de los años 1960 su hijo Juan se traslada a vivir dentro de
la propia provincia pero algo distante y Hermógenes y Eugenia continúan
rodeados de sus tres hijos menores, allí se reunían por las noches con sus
hijos, nietos y otros vecinos para tomar el rico café cubano y jugar al dominó.
Desde muy jóvenes tuvieron el vicio de fumar tabaco o cigarro pero un
día Hermógenes torciendo un tabaco se
disgustó con la materia prima y dijo no fumar más, su esposa Eugenia al verlo
también prometió que nunca más fumaba y así terminó ese vicio para los dos.
Allí en su finca de Oliver se dedicó a varios cultivos, pero en especial a la
caña de azúcar, y alrededor de la cañada no faltaba una malanga grande muy
sabrosa que él decía se llamaba Malanga
Isleña, también tenía una rica arboleda frutal y no faltaba la mata de
damasco o melocotón.
En el año 1977 sus hijos deciden trasladarse para el poblado de Oliver y
siendo ellos ya ancianos siguen a sus hijos, allí vuelven a vivir rodeados de
sus hijos.
En el año 1980 un vecino viaja a Islas Canarias, Hermógenes le pide que
investigue por su familia que hace más de 30 años que no sabe de ella y muy
pronto recibe una carta de su sobrina Efigenia donde le decía “yo siempre tuve
el pensamiento que un día te encontraría, por llevar yo el nombre de tu madre
Efigenia”, así mantuvieron correspondencia hasta su final y muy contentos por
encontrar de nuevo su familia pues
Hermógenes fue el único de su familia que vino para Cuba, lo contrario de
Eugenia que vivió en Cuba con la mayor parte de su familia.
Allí en Oliver, Hermógenes y Eugenia compartían sus labores
hogareñas y los visitaban muchos
familiares y vecinos pues se ganaron el respeto y cariño de todos. En el año
1984 Hermógenes enferma y no tiene cura, por coincidencia de la vida fallece el
mismo día del cumpleaños de Eugenia, 7 de septiembre de 1984, eran sus 82
cumpleaños. A partir de este momento ella pierde su ilusión de vida y por mucha
vigilancia que tuvo su familia el 22 de diciembre de 1984 se quitó la vida
dentro de su propio hogar, para estar de nuevo junto a su esposo con quien
vivió a su lado por 64 años, juntos pasaron momentos alegres, juntos
atravesaron los mares, juntos pasaron el dolor de la perdida de tres hijos,
juntos tuvieron siete hijos, juntos vieron crecer a 4 de sus hijos, 19 nietos y
20 bisnietos.
Eugenia fue sepultada al lado de su esposo y descansan en sueño eterno
hace 33 años, uno al lado del otro, rodeados de sus tres hijos menores en el cementerio civil de Placetas y su hijo
mayor en otro cementerio cercano a ese pueblo porque a pesar de vivir distante
este hijo fue preocupado por sus padres al igual que los tres restantes.
Tuvieron muchos sobrinos por parte de Eugenia pero con cariño muy
especial compartía en varias ocasiones
con Aramita Alemán, Josefa Alemán y Carmen Castro.
Hoy todavía la familia de Hermógenes y Eugenia sus nietos, bisnietos y
otros, visitan ese lugar sagrado depositando flores porque ellos viven y
vivirán por siempre entre nosotros.
Un “cuento” que nos deja sin palabras, pero que es... como todos ellos,
de los que se aprende mucho.
Nos hubiera gustado ilustrar este “cuento” con fotografías de los
protagonistas, pero por cuestiones obvias la familia carece de ellas. En cambio, sí
que contamos con la de una de sus nietas y un bisnieto.
Claribel López Marrero
Yoandy Pérez Pérez