30 sept 2016



El nombrete de los Higuera


Como ya hemos comentado en otras publicaciones, para poder profundizar en el origen de las familias que desarrollamos en la Guía Genealógica, ha sido fundamental y de gran importancia, “la tradición oral familiar”. La tradición oral, con el paso de los años, suele distorsionar los hechos reales o no ser muy acorde con los mismos. Pero este, es  otro de los casos en los que ,esa transmisión de conocimientos no se ha distorsionado y se ha mantenido fiel a la realidad y al igual que nos pasó con el caso de Juana Chico Díaz, entre las muchas entrevistas realizadas, solo obtuvimos una referencia concreta sobre estos hechos.

Una de las ramas de la familia Higuera, ha hecho un  importante esfuerzo para conservar su legado oral  familiar, sin el cual, no hubiéramos podido acceder a desvelar su pasado. Además, esto cobra mucha más importancia si se tiene en cuenta que esta información se lleva transmitiendo, aproximadamente, dos siglos y creemos haberla recuperado en un momento crítico, cuando sólo uno de los miembros familiares, es quien la conoce con exactitud.

En las entrevistas realizadas a los miembros de más edad de la familia Higuera, que vivían y viven en la zona, por ejemplo, los hermanos Higuera del Castillo: Inés, Felipe o Amado, o los hermanos Higuera Rodríguez: Juan o Adolfo, nunca supieron decirnos con “ un cierto rigor” la procedencia de su apellido y por tanto, de su familia, más allá de que llegaron a Araya procedentes de Igueste y tras comprar, su abuelo Fermín Higuera Marrero (bisabuelo para los Higuera Rodríguez) a principios de 1900 la finca conocida como “ del médico Llarena” .

Lo cierto es que, nos encontramos con un verdadero escollo, al indagar en el pasado de esta familia, porque no podíamos retroceder más allá del año 1812 debido a que en los libros de matrimonio de la Parroquia de Santa Ana, no se dejó constancia de que el primer Higuera que se inscribió hubiese tenido un origen distinto al del pueblo de Igueste o al de la zona de Candelaria.Y para más inri la familia Higuera no estaba presente en el padrón de 1779 en ningún pueblo de Candelaria. La conclusión era que la familia Higuera no tenía un pasado en la zona de Candelaria con anterioridad al año 1812.

Por lo que nuestra búsqueda, por mucho que insistimos, no dio fruto, hasta que tuvimos la fortuna de localizar a una fiel transmisora de la tradición oral de esta familia, la señora Amparo Higuera Álvarez, que nos relató la historia del origen de su apellido tal cual se la transmitió su padre, Fermín Higuera Díaz, y a este el suyo. Quitándonos con ello un concepto  que teníamos preestablecido en cuanto a que creíamos que la tradición oral se conserva mejor en las zonas rurales que en las urbanas. Y no es así, se conserva mejor allí donde sus transmisores han hecho un especial hincapié y esfuerzo en conservar y transmitir los conocimientos familiares del pasado.

La tradición oral en la familia Higuera dice que:

… un antepasado de esta familia, que se llamó Juan, desarrolló en exceso su orgullo y arrogancia para defenderse de las bromas y desprecios que, por su origen como hijo de madre natural le hacían.  Juan del Carmen López, que así se llamaba, vivía en Igueste en una casa que la cubría una hermosa higuera y por ello se le empezó a llamar “Juan el de la higuera” queriendo, también, hacerle así, un desprecio sobre su origen como hijo natural. Esto provocó que, Juan del Carmen tomase una decisión para parar esas burlas y desprecios y desvincularse del apellido López,   "yo soy Juan Higuera y a mí nadie me pone un  nombrete", cambiando con ello drásticamente el apellido originario de su familia, pasando desde ese momento a ser Higuera.

¿Cómo consiguió establecer o fijar el reconocimiento oficial de ese nuevo apellido?, lo desconocemos, pero sí que  logró su objetivo en escasos 25 años si tenemos en cuenta las anotaciones de las actas de bautizo y matrimonio de su hijo mayor, que fue inscrito en el momento del bautizo (año 1787) con apellido López y al contraer matrimonio en el año 1812, ya consta inscrito con apellido Higuera. Hechos estos que se repiten en todos los hijos de Juan del Carmen López.

Este nuevo hilo de información nos permitió retroceder en el origen de esta familia rápidamente, aunque nos supo a poco, porque solo llegamos hasta principios de 1700, última fecha a la que hemos podido acceder.
Pero aportándonos otra nueva y gran sorpresa, la familia López se asentó en Igueste procedente de Araya, donde vivió a principios de 1700 el último (o primer) López al que accedimos. Los Higuera son una familia cuyo origen, por ahora, queda establecido en el pueblo de Araya y no en el de Igueste como se creía.

Lo cual nos hace plantearnos algunas preguntas: ¿conocía Fermín Higuera Marrero sus orígenes arayeros cuando dos siglos después compró su propiedad en Araya?, ¿compró esa propiedad por alguna razón determinada?. Las respuestas y las muchas preguntas, que a buen seguro, se les vendrán a sus cabezas tras la lectura de esta publicación, le tendrán que dar respuesta en el futuro otras personas o historiadores que se interesen por profundizar en los orígenes de esta familia arayera - iguestera que convirtió su nombrete en apellido en un acto de orgullo y arrogancia para defenderse de las bromas y desprecios que por su origen como hijo natural se le hacían.


Estos hechos que les relatamos, nos llenaron de alegría por haber podido dar respuesta a un hecho que nos tenía bloqueados en el progreso de la investigación de esta familia. Pero a la vez, nos embargó una pena indescriptible, porque ya no estaba con vida una de las personas que más hubiera agradecido conocer estos hechos, doña Inés Higuera del Castillo , una erudita del costumbrismo de nuestros pueblos, una apasionada del saber sin cuyo apoyo anímico, moral y la gran cantidad de datos e información que nos aportó no hubiéramos podido iniciar este proyecto.


 Que sirva esta publicación como una muestra más de lo muy agradecidos que le estamos por su indispensable colaboración.



* Amparo, GRACIAS por ser el vínculo transmisor. 

24 sept 2016



María Marrero Castellano, la amancebada que no podía ser enterrada en el cementerio católico.


En la publicación anterior leímos como Juana Chico Díaz en 1933, a sus 86 años, definía que su vida había estado dedicada a la actividad de "parir y criar hijos". Pues esas palabras son las más acertadas para  resumir la vida de las mujeres de épocas no tan lejanas: "parir y criar hijos".


A medida que nuestro proyecto iba progresando fuimos adquiriendo un conocimiento más profundo de las condiciones de la vida de las mujeres hasta tiempos muy recientes, gracias a lo que deducíamos de los documentos y lo que nos iban transmitiendo las personas que entrevistábamos. A las mujeres se las adiestraba para las funciones femeninas que la sociedad les atribuía como “naturales”: la maternidad, el cuidado de los niños y niñas, la preparación de las comidas y en otra multitud de labores “propias” del sexo femenino.  Funciones, todas ellas, de puertas para dentro, porque de puertas para fuera se reservaba a los hombres.


No somos historiadores ni sociólogos y, seguramente no podremos explicar académicamente esta cuestión, pero con esta publicación pretendemos llamar la atención de ustedes sobre las condiciones de vida que tuvieron en tiempos pasados las personas que son la piedra angular de la vida humana, la raíz y tronco de las familias, las mujeres, las madres, las que sin su “parir y criar hijos” ninguno estaríamos aquí. Esta experiencia nos ha despertado un enorme respeto, orgullo y un cúmulo de sensaciones inexplicables hacia las mujeres del pasado y, especialmente, hacia las que nos parecen aún más desprotegidas: las “madres naturales o solteras”, ya que,  en realidad, todas las mujeres estaban desprotegidas porque, a nuestro juicio, carecían de muchísimos derechos que, hoy en día, nos parecen esenciales e inherentes a cualquier ser humano, por el mero hecho de serlo.


Las madres naturales o solteras son las que nuestra cultura popular rural ha definido siempre como aquellas mujeres “que se echaron al verde”. Mujeres que fueron “demonizadas” bajo la excusa de proteger la moral y las buenas costumbres de las familias, sin tener en cuenta, o aún sabiéndolo, ignorándolo y peor aún ocultando los motivos por los que estas mujeres adquirían esa condición. La gran mayoría de ellas no llegaban a esa condición por decisión propia, principalmente eran seducidas o se dejaban engañar por falsas promesas de uniones matrimoniales que las sacara de su pobreza o que las convirtiera en las matriarcas de una familia “bien constituida” en la cual el hombre fuera el proveedor  de la casa y de la familia. Promesas que acababan incumpliéndose y como bien reflejó el dicho popular: "todo es prometer hasta meter, y una vez metido, olvida lo prometido". Otro porcentaje de estas mujeres eran forzadas o violadas, incluso por sus propios familiares, pero no olvidemos que en la sociedad rural en  la que vivían nuestros antepasados el derecho de  pernada fue algo que existió y que le concedía a “los señoritos” ciertos derechos. También hay que contabilizar a las viudas, madres que se quedaban desprotegidas y sin recursos para sacar a sus hijos y su familia adelante por el fallecimiento del varón proveedor de la casa, muchas de ellas mantuvieron relaciones con hombres “religiosamente” casados, de toda condición social, como resultado de la doble moral impuesta, las famosas dobles vidas. Y no podemos olvidarnos de las “abandonadas de la emigración” porque los maridos al emigrar normalmente rehacían sus vidas en su nueva patria.

Y con el embarazo llegaba el repudio social, incluido el de la familia, porque ello evidenciaba ante los ojos de la sociedad que estas mujeres mantenían relaciones sexuales fuera de la institución matrimonial, lo cual se consideraba inmoral, siendo esto el inicio de un calvario para estas madres y sus hijos e hijas. 

No pensemos en ellas como “mujeres de vida alegre”, todo lo contrario, sus vidas fueron muy penosas.


Sobre nuestra protagonista de hoy, María Marrero Castellano, desconocemos si fue o no madre natural o soltera, suponemos que sí, pero de ella y sus posibles descendientes ignoramos todo. Hoy mostramos aquí su caso, no por sus antepasados o por sus descendientes, sino por ser un ejemplo de las situaciones injustas a las que se enfrentaban las mujeres y las personas que no estaban de acuerdo, y por tanto desoían, las normas sociales y religiosas en un pasado no tan lejano. Estos hechos ocurrieron hace tan solo cien años y en nuestro entorno y con nuestros antepasados como protagonistas.


Les exponemos unos hechos ocurridos en Candelaria en el año 1916, y que fueron publicados en el Boletín Eclesiástico del Obispado de Astorga (2 de enero de 1919) y donde podremos ver como a una mujer por haber vivido “amancebada” (convivió con un hombre sin estar casada) le fue negado el enterramiento en el cementerio católico de la Villa y, al haber desoído esta prohibición, las personas que le dieron sepultura en este camposanto, tuvieron que afrontar un juicio por delito de inhumación (enterramiento) ilegal, con una condena de dos meses y un día de arresto y el pago de una multa de 150 pesetas.  


Sobre inhumación ilegal.
En la villa y Corte de Madrid, a 19 de Junio de 1918, en el recurso de casación por infracción de ley que ante Nós pende, interpuesto a nombre de Pedro Manuel González contra sentencia de la Audiencia de Santa Cruz de Tenerife, pronunciada en causa por inhumación ilegal:  Resultando que Ia indicada sentencia, dictada en 10 de Enero último, contiene el siguiente:
 << Resultando probado, y así se declara, que María Marrero Castellano, que públicamente había vivido amancebada en el pueblo de Candelaria, negándose a contraer matrimonio canónico, falleció sin recibir los Santos Sacramentos en dicho pueblo el día 10 de Marzo de 1916, y al siguiente día el procesado Juan Castellano Marrero pidió al Cura-párroco permiso para enterrarla en el cementerio católico, a lo que aquel se negó por las razones apuntadas, designando la nave Sur del Cementerio civil, y esto no obstante, dicho procesado recabo del Alcalde y secretario del Ayuntamiento de Candelaria la entrega de Ia llave del Cementerio católico, ocultándoles la prohibición del Párroco, y ayudado de los otros dos procesados Francisco Marrero Castellano, en rebeldía, y Pedro Manuel González, comenzó a cavar la fosa en la nave central del Cementerio católico, lo que les prohibió el Sacristán y Conserje del Cementerio, y como no le hicieran caso avisaron al Cura, el que se constituyó en el Cementerio y reiteró su negativa a que se inhumase en aquel sitio el cadáver de la María Marrero, lo que sin embargo verificaron en el sitio en que cavaban la fosa>>:


Resultando que dicho Tribunal condenó a Pedro Manuel González, como autor de un delito de inhumación ilegal, comprendido en el artículo 349 del Código Penal, sin la concurrencia de circunstancias modificativas de responsabilidad criminal, a la pena de dos meses y un día de arresto mayor, multa de 150 pesetas, con la accesoria de suspensión de todo cargo y derecho de sufragio durante la condena, y al pago de las costas:
Resultando que, a nombre del procesado, se ha interpuesto recurso de casación por infracción de ley, fundado en los números 1.°, 4.° y 5.° del artículo 849 de la ley de Enjuiciamiento Criminal, citando como infringidos:
1.° Los artículos 1.° y 349 del Código Penal, por no decirse en la sentencia recurrida la Ley o Reglamento que se encuentran violados; y el hecho de enterrar un cadáver en el Cementerio católico podría ser infractor del artículo 1.° de la Ley de 29 de Abril de 1855 y de su Real orden aclaratoria de 28 de Febrero de 1872, cuando haya pertenecido a persona muerta fuera de comunión católica, y no existiendo esta declaración en los hechos probados, en los que sólo consta que vivía amancebada, negándose a contraer matrimonio canónico, falleciendo sin recibir los Santos Sacramentos (que no aparece que se negara a ello), y siendo un acto de jurisdicción que corresponde al Ordinario y no al Párroco; y no habiéndose practicado las diligencias eclesiásticas necesarias, por lo que, no habiendo decisión con arreglo a las leyes de procedimiento de garantía para la justicia del fallo, el cadáver de María Marrero se encuentra enterrado en lugar sagrado sin infracción de alguna Ley, y los que así lo hicieron nunca pudieron cometer delito.


2,° El artículo 9.° en su circunstancia séptima o la análoga a la misma, comprendida en la octava del mismo, porque la idea de que una persona iba a ser enterrada en lugar distinto de las otras fuerza la libertad de tal manera que impide exigir una responsabilidad normal, no sólo en un pecador que carece de instrucción, como ocurre en el presente caso, sino hasta entre otras personas más instruidas.
3.° El artículo 14 del Código Penal, porque, aun en el caso de que los hechos fueran delictivos, de los hechos probados se ve que el procesado no intervino más que en hechos de ejecución de delito, prestando siempre ayuda, palabra que la misma sentencia consigna para determinar la participación de los hechos del mismo, o sea la complicidad en la idea más vulgar, doctrina admitida por la jurisprudencia en sentencia, entre otras muchas, la de 4 de Marzo de 1904: Resultando que en el acto de la Vista fue impugnado por el Ministerio Fiscal:  
Visto, siendo, Ponente el Excelentísimo señor Magistrado D. Manuel Pérez Vellido: Considerando que el recurso de casación deducido al amparo del número 1.° del artículo 84 de la ley de Enjuiciamiento Criminal sólo permite discutir, según tiene declarado con repetición esta Sala, si se han penado como delito hechos que no lo son, pero no si los afirmados por el Tribunal u quo integran alguno de los definidos legalmente como tales, aunque sea distinto del calificado y castigado por el referido Tribunal:


Considerando, esto sentado, que aun admitiéndose que los hechos declarados probados por el fallo, objeto del presente recurso, no fueran constitutivos del delito comprendido en el artículo 349 del Código, por estimarse fuera de su alcance y sanción, y sujetos al conocimiento de una jurisdicción distinta de la criminal, ya que consisten concretamente en haberse dado sepultura en sitio destinado a cementerio público, como es el católico, al cadáver de una persona en atención tan sólo a haber fallecido ésta fuera del seno de la Iglesia, como los procesados realizaron el referido sepelio des-obedeciendo abierta y reiteradamente las precisas órdenes en contrario del Cura-párroco, autoridad eclesiástica competente con arreglo a los Sagrados cánones para decidir de momento sobre tal ex tremo, dado el apremio de las circunstancias, y sin perjuicio de la ulterior resolución del Prelado de la Diócesis, es indudable que los mencionados hechos integrarían en todo caso el delito que prevé y castiga el artículo 265 del repetido cuerpo legal, siendo por tanto improcedente el recurso por su primer motivo: Considerando que, para que pudieran ser estimadas las circunstancias séptima u octava del artículo 9.°, sería preciso la existencia de motivos graves susceptibles en el orden natural y humano de excitar el ánimo del agente, carácter de que carecen los aducidos en el motivo segundo y que se hacen derivar de la necesidad urgente de dar sepultura al cadáver en el mismo sitio que los demás y de la carencia de instrucción de los procesados;

Considerando que el motivo tercero y último es igualmente infundado, puesto que el recurrente tomó una parte directa en la ejecución del acto punible, no sólo cavando la fosa en unión de otros dos hombres, sino sepultando en ella el cadáver a pesar de la prohibición que le hicieran primero el Sacristán y Conserje del Cementerio y después personalmente el Cura-párroco;
Fallamos que debemos declarar y declaramos no haber lugar al recurso interpuesto por Pedro Manuel González, a quien condenamos en las costas y al pago, si mejorase la fortuna, de 125 pesetas por razón de depósito no constituido. Comuníquese esta resolución a la Audiencia de Santa Cruz de Tenerife a los efectos oportunos.
Así por nuestra sentencia, que se publicará en la Gaceta de Madrid e insertará en la Colección legislativa, lo pronunciarnos, mandamos y firmamos.—Andrés Tornos . —Federico Enjuto.—Ricardo J. Ortíz.— Manuel P. Vellido.—Francisco Mifsut.—Luis Rubio.--Teodolfo Gil. Publicación.—Leída y publicada fue la anterior sentencia por el Excmo. Sr. don Manuel Pérez Vellido, Magistrado del Tribunal Supremo, celebrando audiencia pública su Sala de lo criminal en el día de hoy, de que certifico como Secretario de ella.
Madrid, 19 de Junio de 1918.—Licenciado Octavio Cuartero.
(<<Gaceta de Madrid>>, 3 de Septiembre de 1918, anexo núm. 3., pp. 114 y 115.)




Por lo  que hemos leído María fue finalmente enterrada en el cementerio católico y sus restos reposan en ese camposanto. 


Luchas como éstas, que las desconocemos por completo, son la base de los derechos indiscutibles con los que  las mujeres cuentan hoy en día. Luchas cercanas, en nuestro entorno y como protagonistas  nuestros antepasados.







Para ampliar información recomendamos:


  1.  El "Cementerio del Convento" de Candelaria (1843 - 1918). Octavio Rodríguez Delgado.



17 sept 2016


La arayera de Anaga.


La tradición oral, con el paso de los años, suele distorsionar los hechos reales o no ser muy acorde con los mismos. Pero este, es uno de los muchos casos, en los que esa tradición oral no se ha distorsionado y se ha mantenido fiel a la realidad, pese a que solo obtuvimos una referencia sobre el hecho que relataremos entre las muchas entrevistas realizadas.
La arayera doña María Salomé Baute Mesa, "Maruca", nos relató un “cuento” que se ha transmitido oralmente en su familia, en el cual se dice que en uno de los pueblos de Anaga había vivido una mujer de Araya, "una Chico", y que aún sus descendientes vivían allí.


Este hecho, nos provocó curiosidad y más, si tenemos en cuenta, que uno de nuestros objetivos está en completar, al máximo posible, las diferentes líneas de descendencia de las familias que describimos en la guía.Esa curiosidad y objetivo nos llevó a investigar el hecho y a llevarnos,  una vez más una gran sorpresa, al poder ratificar que, nuevamente la tradición oral no había fallado y que era cierto el hecho que se nos había relatado. 

La confirmación nos la aportó un artículo que fue publicado el 17 de septiembre de 1933 en el periódico “La Prensa” y que se tituló “Una visita al caserío de Las Montañas” y del que extraemos esta parte del texto:


La raíz nutricia
 Seña Juana Chico no sabe a punto fijo su edad. Desde luego pasa de los ochenta años, y no es de Chinamada, al igual que su marido, a quien hace poco dieron sepultura.
Seña Juana Chico es natural de Araya pero hace mucho tiempo que vive en estas cumbres dedicada a la actividad de " parir y criar hijos", como ella dice maliciosa e ingenuamente.
 Esta seña Juana es la raíz originaria del pueblo. Puede afirmarse que es su fundadora, pues si bien es cierto que ya antes de ella lo habitaban otras familias, no es menos verdad que las tales familias han ido desapareciendo al compás que la suya cobraba bríos y se expansionaba al modo del ramaje forestal.
Seña Juana Chico tiene doce hijos, cuarenta y cinco nietos y veintiséis biznietos. No cabe duda, por lo tanto, de que esta familia no pierde el tiempo. Al fin, de tal palo tal astilla.
A pesar de todo, seña Juana vive en su casa. Sola en su casa y ejerciendo su autoridad  patriarcal. Si la rodean sus descendientes, ello no cuenta para que de hecho viva en su propia casa.
Seña Juana, nos dice que las particiones hereditarias se han realizado siempre sin tropiezos, lo que tan difícil resultan en los campo y ciudades. De manera que la anciana se halla satisfecha en este orden de cosas, y a juzgar por sus trazas físicas, no tendría nada de particular que la sorprenda antes de su muerte un tataranieto. Todo puede esperarse de estos recios  troncos isleños firmes y duros a pesar de los traidores huracanes de los años.





Efectivamente, en un pueblo de Anaga había vivido una arayera, Juana Chico Díaz (nació en Araya en 1847 y falleció en 1936 en Chinamada con 89 años),  que tras su matrimonio con José Antonio Ramos Ramos se asentó en el caserío de Chinamada (término municipal de La Laguna, zona de “las Montañas”, como así se conocía y aún hoy en día se sigue haciendo a toda la zona de Anaga). Sus descendientes (los Ramos Chico: María, Encarnación, Simeón Victoriano, Catalina, Raimundo, Victoriano Ángel, Juan Agustín, Ramón Dionicio, Juan y Diego) llegaron  a constituir la familia más numerosa que poblaba ese caserío en la década de 1930.



El libro: Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife (1890 – 1936), del autor José Manuel Rodríguez Acevedo, nos aportó otros datos sobre esta familia entre los que destaca que eran propietarios de gran cantidad de propiedades en “Las Montañas” y Punta Hidalgo.



A Doña Juana, como hemos podido leer en el artículo de prensa, la enorgullecía decir que sus orígenes estaban en el pueblo de Araya,  el cual no olvidaba pese a la lejanía. Nosotros nos sentimos también orgullosos de que ella llevase el nombre y el orgullo por sus orígenes a un lugar tan apartado de Tenerife. 


Por todo lo que les hemos expuesto, podemos afirmar que por las venas de los actuales pobladores de Chinamada, de los diferentes pueblos de Anaga y de la Punta del Hidalgo, corre sangre arayera. Orgullosos que nos sentimos de ello.



                                             ..........................

Esta publicación pretende ser una muestra de como hemos intentado completar al máximo posible las diferentes líneas de descendencia de las familias que se describen en la Guía. No solo hemos localizado a descendientes en Tenerife y en otras islas de nuestro archipiélago, también hemos prestado especial atención a las familias de los emigrados, localizando descendientes en países como: Cuba ,Brasil, Estados Unidos, Perú o Venezuela.





11 sept 2016




Isidro Castro Pestano, un malpaisero promotor del barrio lagunero de La Cuesta.


A principios del siglo XX (1900), muchos de nuestros antepasados con menos recursos económicos para afrontar la emigración a América, fundamentalmente porque carecían de tierras que aportar como “canje” a los prestamistas  a cambio del dinero necesario para pagar los pasajes,  y dado el empobrecimiento tan grande que sufría la población en nuestros pueblos, parte de los campesinos pobres migraron a otras zonas dentro de la isla. Comenzando así, las migraciones a los entornos urbanos de las ciudades de La Laguna y de Santa Cruz, atraídos por la expansión del sector servicios que comenzaba a fraguarse en la capital.


Entre este grupo de personas de nuestros pueblos que migraron a la ciudad, nos encontramos a Don Isidro Castro Pestano (Isidro de la Cruz 1854) y su esposa Rafaela Pérez "cha Rafaela Reta" que se establecieron en el barrio lagunero de La Cuesta, donde ya constan asentados en el año 1901. Lo que se acredita porque figura como suplente en las listas designadas por la Junta provincial del Censo para composición de las mesas electorales de la sección 5ª que comprendía varias zonas de la capital entre ellas la de “Camino de La Laguna” .





La Cuesta era un caserío que había surgido entorno a un mesón y que en el año 1900 apenas superaba la treintena de casas, pero que estaba en pleno desarrollo, debido fundamentalmente, a la llegada masiva de campesinos a la ciudad y a la puesta en funcionamiento del tranvía eléctrico que unía Santa Cruz con La Laguna y llegaba hasta Tacoronte, y que contaba con una parada en el barrio. Hasta ese momento, el barrio de La Cuesta era una zona rural entre ambas ciudades, cuyo desarrollo se produjo entre 1900 y 1936 cuando comenzó a crecer a ambos bordes de la carretera, según se iban urbanizando los terrenos rústicos. En estos años D. Isidro Castro Pestano se convirtió en una personas destacada y comprometida con el desarrollo de este barrio.


Fue tan rápido e importante el desarrollo de la zona que pronto contó con “alcaldía pedánea”, cargo que sabemos ocupó D. Isidro por breve tiempo en el año 1913, fundamentalmente debido a que se hicieron públicos en el periódico "El Progreso" una serie de hechos relacionados con su gestión.



EN LA CUESTA
Monterilla en acción.
Apreciables suscriptores se han acercado a nosotros, rogándonos llamemos la atención del Sr. Tabares Bartlett, Alcalde de la vecina Ciudad de La Laguna, sobre los continuos abusos cometidos por el Alcalde pedáneo del Barrio de la Cuesta. Al aludido monterilla, engreído sin duda con su nombramiento, se le ha subido el cargo a la cabeza y con demasiada frecuencia no solo se pone en ridículo a sí mismo, sino que hace caer en el mayor de los ridículos a la autoridad de quien depende y por quien ha sido nombrado. Noches hace, el monterilla de la Cuesta subió a uno de los coches del tranvía y al querérsele cobrar el pasaje, fue tal la escandalera armada, diciendo que "a el, como Alcalde de la Cuesta, no se le podía cobrar", que a punto estuvo de ser lanzado a la carretera, cosa que impidió un vecino abonando el pasaje de la dicha autoridad. Al siguiente día del risible caso, presentose nuestro buen hombre, bastón en mano y hasta dícese que invocando el nombre de D Jose Tabares Bartlett, al Director del Tranvia Sr. Rensonnet, a quien exigió le facilitara un pase para poder viajar libremente en los coches de la empresa.
A sus muchos desmanes puede nadie poner coto, pues amenaza a los vecinos, bastón de mando en alto, diciéndoles muy ufano: "En La Laguna mandara Pepe Tabares, pero lo que es de Gracia hasta el Castillo, no hay más autoridad que yo y pobre del que me la haga."
 Al pobre desventurado en cuestión es tanto lo que el cargo se le ha subido a los sesos, que se cree hasta con atribuciones judiciales, penetrando en los domicilios de los vecinos que no gozan de su gracia, a los que insulta según le venga en gana.
Recientemente le ha dado por considerar el blanco de su autoridad a la maestra de Ia Escuela del barrio y no solo penetra en el local escuela durante horas de clase armando alguna que otra escandalera, sino que hasta ha prohibido que la casa-escuela (por cierto de su propiedad y con muy males condiciones pedagógicas, como que resulta ser poco menos que una ciudadela), pueda surtirse del agua necesaria; no solo para las necesidades de la profesora, sino aun para la que necesiten tomar los niños que allí acuden a recibir instrucción.
No quisiéramos entrometernos en estas pequeñas cuestiones que afectan a la ciudad hermana, pero lo hacemos a insistencia de diversos vecinos a quienes ya pesa demasiado la carga de la autoridad del monterilla en cuestión, y aún más, por ser muchas las personas de nuestro pueblo que viven en el populoso barrio y que de estos desmanes nos han hablado.
Juzgamos que el celoso Alcalde de La Laguna Sr. Tabares no tenga reparo en demostrar a su vecina autoridad cuan limitadas son sus atribuciones y como el que pueda ostentar la vara depende solo de una firma suya pues en ello iría ganando algo el mismo Sr. Tabares Bartlett, cuya autoridad no sería puesta en ridículo por un simple alcalde de barrio, y mucho los vecinos de la Cuesta. 
A los que por ignorancia o mala fe abusan de su cargo, atribuyendosoe facultades que no le corresponden, se le debe dejar cesante, si no por otra cosa, en evitación de que ante uno de esos frecuentes atropellos , se sineta también autoridad algún vecinno y quede entonces perturbada, ante el choque de tanta autoridad, la tranquilidad de la Cuesta .

Por lo que fue cesado en el cargo cuatro días después, según publicó el periódico "El Progreso" con fecha 8 de agosto de 1913.



DE LA CUESTA 
Alcalde destituido
Leemos en nuestro colega "El Periódico Lagunero", correspondiente a su edición de ayer: "Pensábamos ocuparnos de los continuos e insufribles desmanes que de algún tiempo a esta parte se venían cometiendo en el populoso barrio de la Cuesta, por el alcalde pedáneo del mismo, según ofrecimos en uno de nuestros últimos números, pero ya resulta innecesario escribir algunas  líneas que teníamos en preparación sobre el asunto.
Nuestro Alcalde, cumpliendo como se esperaba con su deber y en atención a los razonados cargos que sobre el monterilla de la Cuesta hacia nuestro colega EL PROGRESO, de la capital vecina, en su edición del 4 del corriente, tomó ayer el muy plausible acuerdo de destituir a la autoridad cuestera, al a que de una plumada, se le ha demostrado cuan limitadas eran sus atribuciones y cuan peligroso es que un hombre se de excesivo postín por un cargo tan baladí y esfumable”.
Ayer recibimos un comunicado del alcalde destituido, don Isidro Castro Pestano, en el cual reconoce y niega indistintamente los cargos que se le imputan. Como quiera que ya hoy no tiene objeto su publicación, lo hemos retirado de las cajas para así dar por terminado el asunto.


Estos hechos no hicieron que D. Isidro se desligarse de su compromiso por el desarrollo del barrio de La Cuesta, por lo que en 1912 fue nombrado Vicepresidente de la sociedad “Fomento del Barrio de la Cuesta” ,según apreciamos en este artículo publicado en el periódico "Diario de Tenerife":






De los periódicos de la época poco más hemos podido extraer, salvo una noticia publicada en 1938 (cuando contaba ya con 84 años) en el periódico "Amanecer", donde se hacía referencia a que D. Isidro se recuperaba de una enfermedad. 





Por ello podemos asegurar que D. Isidro había vivido casi una década antes, en 1929, un hecho histórico muy importante para el barrio de La Cuesta y la ciudad de Santa Cruz. La llegada del agua  para el abastecimiento público procedente de Arafo y mediante el canal de Araya.


De su entorno familiar fuimos conocedores a través de la entrevista realizada a Doña Elba Castro Delgado, vecina de Barranco Hondo, la cual nos desveló que D. Isidro había dejado en Malpaís y Las Cuevecitas a la gran mayoría de sus hermanos. Parte de la familia emigró a Cuba y otros se trasladaron a vivir a Barranco Hondo. 



Existió  otro hecho por el que D. Isidro cobró bastante relevancia en el año 1927 y que estuvo motivado porque fue él quien denunció y exigió el enjuiciamiento del también malpaisero  Manuel Bello. Debido a que este había causado la muerte de un hermano de D. Isidro: Manuel Castro Pestano "Manuel Rempuja", 20 años antes. Estos hechos, debido a que formó parte de un proceso complejo, largo y atípico los desarrollaremos en una próxima publicación.   



4 sept 2016



Los Fariña Alonso, "los Felecos", una familia de Las Cuevecitas en la prensa antigua.


La prensa antigua nos ha ofrecido la posibilidad de recopilar información muy necesaria para este proyecto y que de otra forma nos hubiese sido muy difícil de obtener. Para explicarlo, vamos a recurrir, a la descripción de una rama muy concreta de una familia de Las Cuevecitas, de apellido Fariña Alonso y que fueron conocidos como “los Felecos”.



Entre las entrevistas realizadas, para poder conocer las estructuras de las diferentes familias, nos encontramos varias veces con referencias a este grupo familiar. El cual no fue fácil “desenredar” debido a que habían  vivido en Santa Cruz muchos años  (donde nacieron varios de sus hijos) y  que algunos de sus miembros emigraron a Cuba, país en el que finalmente terminaron estableciéndose.


Esta popular familia que vivió en Las Cuevecitas, en la zona de Las Cuatro Esquinas, estuvo formada por los cueviciteros Juan Fariña González, conocido por el sobrenombre o nombrete de  “Gofito” y Zenona Modesta Alonso (con un solo apellido debido a que fue hija natural). Tras varias búsquedas fallidas de su acta de matrimonio en los libros de matrimonio de la parroquia de Santa Ana, con el interés de extraer algunos datos (la edad de los contrayentes nos permite localizar fácilmente sus actas de bautizo y de ellas extraer los nombres de sus padres y abuelos). Cuando ya se daba por perdida esta vía, para acceder a esos datos, nos llevamos la grata sorpresa de localizar esta publicación en el periódico  "La Opinión" de fecha 23 de septiembre de 1898. Se casaron en Santa Cruz y en el Registro Civil , con la sorpresa añadida de que Juan era de estado civil viudo.





Al consultar en el Registro Civil de Santa Cruz esa acta de matrimonio obtuvimos el nombre de la primera esposa de Juan Fariña González, Carmen Marrero Valencia , una majorera natural de Pájara y cuyo fallecimiento también se hizo público por medio del periódico “La Opinión” del día 19 de agosto de 1898 donde se hizo constar que su fallecimiento fue "repentinamente" y que residía en la zona de Los Molinos, en Santa Cruz.






Pudimos comprobar, que como era costumbre en la época, Juan no tardó mucho tiempo para contraer su segundo matrimonio. Desconocemos si el hecho estuvo motivado por tener de su primer matrimonio algún hijo pequeño que necesitase cuidados. Pero lo cierto es, que Juan y Zenona se casaron un mes y algunos días después de quedar él viudo.

Por la prensa, también supimos que Juan, emigró a Cuba y que la familia continuó viviendo en Santa Cruz, como mínimo hasta 1912 y que a unos de sus hijos le pusieron por nombre Juan. Nuevamente gracias a una noticia que se publicó en el periódico “La Opinión” el 3 de junio de 1912 .





Por el Boletín Oficial de Canarias del 21 de octubre de 1925, también supimos que uno de sus hijos, ya había emigrado a Cuba debido a que fue declarado "prófugo militar", por no incorporarse a su llamamiento a filas.




 La información sobre los descendientes de esta familia la obtuvimos por medio de varias entrevistas. Aunque la más esclarecedora fue la realizada a Doña Enriqueta Alonso Pérez, que aportó datos muy precisos sobre los Fariña Alonso “los Felecos”:  Nicolás, Juan ,Cipriano, Germán Fidel, Alejandro y Antonia.



Este es un ejemplo explicativo, de cómo nos hemos valido de la recopilación de los datos obtenidos en la prensa antigua para esclarecer y aportar información a un grupo familiar, que unido a la información obtenida en los archivos eclesiásticos y registros civiles, junto con la información oral, será lo que ustedes puedan consultar en la Guía Genealógica que se ha realizado con el fin de poderles facilitar la consulta de estos datos de forma simple y ordenada a todas aquellas personas que puedan estar interesadas en conocer sus orígenes.