La arayera de Anaga.
La tradición oral, con el paso de
los años, suele distorsionar los hechos reales o no ser muy acorde con los mismos.
Pero este, es uno de los muchos casos, en los que esa tradición oral no se ha
distorsionado y se ha mantenido fiel a la realidad, pese a que solo obtuvimos
una referencia sobre el hecho que relataremos entre las muchas entrevistas realizadas.
La arayera doña María Salomé Baute Mesa, "Maruca", nos relató un “cuento” que se ha transmitido oralmente en su familia, en el
cual se dice que en uno de los pueblos de Anaga había vivido una mujer de
Araya, "una Chico", y que aún sus descendientes vivían allí.
Este hecho, nos provocó
curiosidad y más, si tenemos en cuenta, que uno de nuestros objetivos está en
completar, al máximo posible, las diferentes líneas de descendencia de las familias que describimos en la guía.Esa curiosidad y objetivo nos
llevó a investigar el hecho y a llevarnos, una vez más una gran sorpresa, al poder ratificar que, nuevamente la tradición oral no había fallado y que era cierto el
hecho que se nos había relatado.
La confirmación nos la aportó un artículo que fue publicado el 17 de septiembre de 1933 en el periódico “La Prensa” y que se tituló “Una visita al caserío de Las Montañas” y del que extraemos esta parte del texto:
La raíz nutricia
Seña Juana Chico no sabe a punto fijo su edad.
Desde luego pasa de los ochenta años, y no es de Chinamada, al igual que su
marido, a quien hace poco dieron sepultura.
Seña Juana Chico es natural de
Araya pero hace mucho tiempo que vive en estas cumbres dedicada a la actividad
de " parir y criar hijos", como ella dice maliciosa e ingenuamente.
Esta seña Juana es la raíz originaria del
pueblo. Puede afirmarse que es su fundadora, pues si bien es cierto que ya
antes de ella lo habitaban otras familias, no es menos verdad que las tales
familias han ido desapareciendo al compás que la suya cobraba bríos y se
expansionaba al modo del ramaje forestal.
Seña Juana Chico tiene doce hijos,
cuarenta y cinco nietos y veintiséis biznietos. No cabe duda, por lo tanto, de
que esta familia no pierde el tiempo. Al fin, de tal palo tal astilla.
A pesar de todo, seña Juana vive
en su casa. Sola en su casa y ejerciendo su autoridad patriarcal. Si la rodean sus descendientes,
ello no cuenta para que de hecho viva en su propia casa.
Seña Juana, nos dice que las
particiones hereditarias se han realizado siempre sin tropiezos, lo que tan
difícil resultan en los campo y ciudades. De manera que la anciana se halla
satisfecha en este orden de cosas, y a juzgar por sus trazas físicas, no
tendría nada de particular que la sorprenda antes de su muerte un tataranieto.
Todo puede esperarse de estos recios troncos isleños firmes y duros a pesar de los
traidores huracanes de los años.
Efectivamente, en un pueblo de Anaga había vivido una arayera, Juana Chico Díaz (nació en Araya en 1847 y falleció en 1936 en Chinamada con 89 años), que tras su matrimonio con José Antonio Ramos Ramos se asentó en el caserío de Chinamada (término municipal de La Laguna, zona de “las Montañas”, como así se conocía y aún hoy en día se sigue haciendo a toda la zona de Anaga). Sus descendientes (los Ramos Chico: María, Encarnación, Simeón Victoriano, Catalina, Raimundo, Victoriano Ángel, Juan Agustín, Ramón Dionicio, Juan y Diego) llegaron a constituir la familia más numerosa que poblaba ese caserío en la década de 1930.
El libro: Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife (1890 – 1936), del autor José Manuel Rodríguez Acevedo, nos aportó otros datos sobre esta familia entre los que destaca que eran propietarios de gran cantidad de propiedades en “Las Montañas” y Punta Hidalgo.
A Doña Juana, como hemos podido leer en el artículo de prensa, la enorgullecía decir que sus orígenes estaban en el pueblo de Araya, el cual no olvidaba pese a la lejanía. Nosotros nos sentimos también orgullosos de que ella llevase el nombre y el orgullo por sus orígenes a un lugar tan apartado de Tenerife.
Por todo lo que les hemos expuesto, podemos afirmar que por las venas de los actuales pobladores de Chinamada, de los diferentes pueblos de Anaga y de la Punta del Hidalgo, corre sangre arayera. Orgullosos que nos sentimos de ello.
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