Amalia Torres, la vidente arayera que se estableció en Santa Úrsula.
Como pudimos ver en la publicación anterior, nuestros antepasados recurrían fundamentalmente para la curación de sus males a las curanderas/os que eran perfectos conocedores de remedios para curar a través de plantas, debido a que los médicos no estaba al alcance de todo el mundo, eran profesionales escasos y había que desplazarse para acceder a sus servicios, por lo que fueron casi inaccesibles para nuestros antepasados.
En este mundo pseudoprofesional
de la sanación sobresalió una arayera y no lo hizo precisamente en su entorno,
ya que debido a la movilidad de su familia, jornaleros de campo, terminó asentándose
en Santa Úrsula. Cuando terminen de leer esta publicación entenderán que Amalia
Torres, no fue una curandera “al uso”, su verdadera capacidad o dotación fue “la videncia”. Y el
ejercicio del curanderismo (como medio de sanación) siempre estuvo supervisado
por un médico, médico que requería de sus “capacidades extrasensoriales” en los
casos difíciles que atendía por toda la
isla.
Como comentamos en la
publicación: Nicolás Marrero Díaz el arayero que fue alcalde de Santa Úrsula,
los lazos de parentesco que existen
entre los habitantes de Araya, Las Cuevecitas
y Malpaís se concentran mayoritariamente
en un solo municipio de la Comarca de Acentejo, Santa Úrsula, los cuales se
vieron favorecidos por el asentamiento de don Nicolás Marrero en la zona y los
cargos que este ocupara en el ayuntamiento de Santa Úrsula. Por eso son muchas
las familias de nuestro entorno que cuentan con familiares allí, un ejemplo de
ello son los Torres de Araya.
Tenemos constancia que se
asentaron en el barrio de La Tosca de Ana María en 1901, cuando el arayero
Dámaso Torres Castro contrajo matrimonio con la santaursulera Peregrina León
León. Para desenredar esta familia tuvimos la gran fortuna de entrevistar en
varias ocasiones a una de sus descendientes, Guadalupe Torres León, “Lupe”,
todos los calificativos para definir a esta pequeña gran mujer son pocos, era
una gran conocedora no solo de la estructura de su propia familia, sino que
también lo era de la de otros paisanos que, como su padre y su esposo (también
arayero), “viraron de la cumbre pa’ atrás”, para trasladarse a vivir a Santa
Úrsula. “Lupe”, que así le gustaba que la llamasen, fue una transmisora oral
innata y con “un rejo” como pocos hemos visto y todo ello pese, a la ceguera a
la que su avanzada edad, la había llevado a padecer y que permanecía casi todo
el día en cama.
Ella nos desveló todos los
entresijos de los Torres de Santa Úrsula y los diferentes enlaces familiares
que durante décadas se llevaron a cabo entre los Torres de Araya y los Torres
de Santa Úrsula. Fue una familia muy endogámica, lo que hace posible que en la actualidad
existan casi tantos Torres “en el norte” (Santa Úrsula) como en Araya. “Lupe”
hacía escasas diferencias entre sus antepasados, a todos les guardaba un gran
afecto y cariño, pero esas escasas diferencias siempre las hacía para resaltar
a una de sus antepasadas, ya que le había permitido disfrutar de la oportunidad,
cuando ella era niña, de conocer casi toda la isla de Tenerife, en unos tiempos
en los que no era frecuente moverse por la geografía insular. “Lupe” siempre
acompañaba a “Amalia la sajorina” en todas “las visitas” que hacía fuera de
Santa Úrsula.
“Visitas” a las que acudía Amalia Torres acompañando a un médico que requería de sus “capacidades extrasensoriales” para atender “conjuntamente” los casos difíciles, combinado así la videncia y el conocimiento de “otros medios de sanación” con los conocimientos científicos y médicos.
- “Lupe”, ¿quién era esa “Amalia la
sajorina”?, - Si yo te contara… . Y ahí, en esa intriga y palpable respeto,
dejaba casi siempre en el limbo la información concerniente a las prácticas que
como vidente, curandera y santiguadora ejerció Amalia Torres, no solo en Santa
Úrsula sino en toda la isla de Tenerife.
María Amalia Torres Torres nació
en Araya en 1891. Siendo niña emigró, junto con toda su familia a Cuba, su
padre, tíos y primos solían pasar largas temporadas trabajando como jornaleros
por zafras en ese país. La familia se asentó en la finca El Drago, en Güines,
donde su padre, Paulino Torres Castro, estuvo empleado unos años antes de
regresar definitivamente a Tenerife. Una vez en la isla la familia se desplazó
“al norte” (Santa Úrsula) donde su pariente, Dámaso Torres Castro regentaba
junto a su esposa un negocio familiar de transportes y venta de vinos de la
zona, los acogió y les prestó ayuda para instalarse allí. Y es en este momento
cuando Amalia comenzó a ser conocida por sus “dotes naturales” como vidente (popularmente llamados “sajorinos”)
y curandera.
Y lo que "Lupe" se reservó y nunca nos contó sobre la vida de Amalia Torres, finalmente medio lo extrajimos del artículo que adjuntamos y que fue publicado en el periódico Jornada en julio de 1988.
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Hasta hace poco la casa donde
vivió la zahorí de Santa Úrsula doña
Amalia Torres, fue lugar de peregrinación de gentes que anhelaban encontrar
remedio a sus males y enfermedades, aparentemente incurables y que procedían de
los diferentes rincones del Archipiélago. Han transcurrido más de treinta años
desde su muerte y sigue siendo punto de referencia en las conversaciones de la
gente que se siente atraída por las santiguadoras y curanderos que ejercen su
oficio aún a las puertas del Siglo XXI en la era de la Ciencia y la Tecnología. Con la
santiguadora y zahorí Amalia Torres culmina una importante etapa del
curanderismo en Tenerife y en el Archipiélago, por la resonancia que tuvo su
acertado quehacer y por las especiales virtudes humanas que jalonaron su
quehacer.
Todavía hoy pervive en el
recuerdo de los vecinos del barrio de Toscas de Ana María, en particular, y de las diferentes zonas de la Comarca de Acentejo,
en general << las buenas obras realizadas por esta mujer que es digna de
ser considerada como una santa>>, según el testimonio de doña Magdalena
que a sus 83 años siente nostalgia y pena <<de no tenerla en vida, para
que con su sabiduría aliviara mis males. Era una mujer muy generosa con los
vecinos>>. Muchas personas procedentes de otras Islas se han desplazado
hasta esta localidad en busca de doña Amelia, pero han tenido que regresar con
las manos vacías… porque han pasado más de tres lustros desde su fallecimiento
y no se encuentra una curandera de su categoría y talante humanos.
<<Todos los vecinos pedíamos sus consejos>>
Doña Magdalena nos recibió en su
casa a pesar de hallarse enferma. Sus hijas coinciden en resultar las
cualidades de doña Amalia, mientras ayudaban a incorporarse a su madre, para que
nos contara las anécdotas y acontecimientos más importantes relacionados con
las actividades de esta vidente, que era entrañable amiga y vecina. Ella era
natural de Candelaria, explica y desde que era una niña se trasladó con sus padres
a Santa Úrsula, donde residió hasta su muerte. Fue madrina, comadre de todos
mis hijos, salvo de uno que se encuentra en Brasil, por lo que ya se puede
hacer una idea de los lazos que nos unía. Don Juan José casó con ella en
segundas nupcias, era viudo y mucho más joven.
Cuando mi hijo fue para Brasil,
agrega, tardó muchos meses en escribirnos y temíamos por su vida. La travesía
duró tres meses, ya que había partido en una embarcación modesta. Mi comadre nos
tranquilizaba asegurando que estaba vivo, pero que lo estaba pasando bastante
mal. Pasado un tiempo recibimos cartas suyas de su feliz llegada a América.
Doña Magdalena destaca entre
otras cosas que Amalia Torres siempre estaba dispuesta para hacer el bien y
nunca el mal. Renunciaba a toda proposición que supusiera causar dañó a otras
personas, a sus semejantes. Era muy desprendida y por tal razón, debido a un
descuido y excesiva buena fe perdió una
casa. Recién casada yo, tuve una enfermedad que hizo que no me ocupara de mis
hijos. Después de haber acudido a muchos médicos, decidimos que me observara
doña Amalia, quien encontró solución a mi problema. Conmigo se comportó como si
hubiera sido mi madre, así la considere siempre. Casi todo el mundo en el
barrio, en Santa Úrsula acudía a su casa para escuchar sus consejos y seguir sus
indicaciones.
Para las buenas gentes del lugar y
de numerosos barrios de las Islas, lo que decía doña Amalia iba a Misa. Su
palabra tenía fuerza de ley.
<<Curaba todos los males, menos las enfermedades congénitas>>
Ismael Guzmán Afonso conoció de
cerca las virtudes curativas de doña Amalia Torres y tiene amplias referencias
e infinidad de testimonios orales que avalan sus especiales dotes. Estima que no
era una curandera cualquiera porque actualmente muchas personas suelen presumir
de tener un dominio de la santería y ser
meros aficionados o farsantes que se creen unos sabios por haber leído algunos
libros.
Ismael Guzmán afirma que ella
tenía el don de curar todos los males, salvo las enfermedades congénitas. Cuando
alguien acudía a su casa cerca del Puente del Rey Alfonso XIII (Puente de Hierro),
que comunica con la Victoria ,
ya intuía lo que le pasaba y si su afección requería una asistencia especializada
o no. En el caso que se tratara de un asunto complicado recomendaba a la
"paciente” que acudiera a un médico. Nunca recetaba medicamentos, porque
consideraba que no estaba facultada para ello, aunque si recomendaba determinadas
plantas y preparados medicinales. Antes encargaba la elaboración de los
productos a los boticarios, o farmacéuticos. Doña Amalia tenía unas dotes extraordinarias para curar y
deshacer maleficios. En las zonas rurales abunda esta creencia e incluso en las ciudades, aunque se disimula
bastante. Hoy en día se está haciendo mucho daño con estas prácticas por
personas sin escrúpulos y con él mero afán de lucro, a cuenta de la buena fe y
salud de las gentes sencillas. Nuestra santiguadora nunca se prestó a tales
artimañas, por lo que su recuerdo perdurará siempre.
Ismael Guzmán Afonso que se
considera un entendido en estas ciencias, cuenta que se dio el caso de una
mujer que no podía convivir con su marido porque bebía mucho y fue a pedirle un
remedio a doña Armalia, pero ésta le respondió que no podía ayudarla, que era
mejor que se separara, o lo dejara, antes que causarle algún daño que pudiera
ser irreparable. Como ejemplo narra una anécdota significativa, recuerdo que a
mi madre le habían robado las gallinas y al dar cuenta del hecho, doña Amalia
le reveló el paradero de las aves sustraídas. En el Cuartel de la Guardia Civil indicó
las características de cada una de las gallinas, la blanca, la negra, la de
cuello peludo y la canela, entre otras, sin haberlas visto con anterioridad
logrando que se devolvieran a su dueña. Según decía, se hallaba entre el
barranco y cuatro caminos distantes de su casa.
<<No sabía ni leer ni escribir>>
La zahorí (“zahorila” en el
lenguaje popular) de Santa Úrsula no sabía ni leer ni escribir, según afirma
uno de sus parientes e Ismael Guzmán. Estuvo muchos años en Cuba y su padre no
quería que se dedicara al curanderismo -Le prohibió-, puntualiza el señor Guzmán,
<<que continuara esas prácticas porque no las consideraba verídicas y
dudaba de su fiabilidad. Su padre, para desengañarse, le preguntó si sabía
cuántas plantas habían en el patio de su casa, sin contarlas y ella le nombró,
indicó la ubicación y el nombre de cada una>> . A pesar de los años transcurridos desde su fallecimiento
una aureola de misterio envuelve su memoria entre los habitantes de esta
localidad, que encuentra su delimitación entre la realidad y la leyenda.
<<Antes de nacer lloró en el seno materno>>
Afirma Ismael Guzmán y los
vecinos del lugar que han escuchado las narraciones de las personas mayores y
ancianos que <<dicen que antes de nacer lloró en el vientre materno y que
se podía ver una cruz en el "cielo de su boca". Hasta los más
escépticos tienen sus interrogantes y sus reservas >>.
Con este reportaje sobre la
zahorí tinerfeña se ha pretendido abrir el camino para futuras investigaciones
sobre esta singular mujer, en el contexto del estudio racional del fenómeno del
curanderismo en las Islas como un hecho cultural.