5 nov 2016



Amalia Torres, la vidente arayera que se estableció en Santa Úrsula.


Como pudimos ver en la publicación anterior, nuestros antepasados recurrían  fundamentalmente para la curación de sus males a las curanderas/os que eran perfectos conocedores de remedios para curar a través de plantas, debido a que los médicos no estaba al alcance  de todo el mundo, eran profesionales escasos y había que desplazarse para acceder a sus servicios, por lo que fueron casi inaccesibles para nuestros antepasados.


En este mundo pseudoprofesional de la sanación sobresalió una arayera y no lo hizo precisamente en su entorno, ya que debido a la movilidad de su familia, jornaleros de campo, terminó asentándose en Santa Úrsula. Cuando terminen de leer esta publicación entenderán que Amalia Torres, no fue una curandera “al uso”, su verdadera  capacidad o dotación fue “la videncia”. Y el ejercicio del curanderismo (como medio de sanación) siempre estuvo supervisado por un médico, médico que requería de sus “capacidades extrasensoriales” en los casos difíciles  que atendía por toda la isla.


Como comentamos en la publicación: Nicolás Marrero Díaz el arayero que fue alcalde de Santa Úrsula, los lazos de parentesco  que existen entre los habitantes  de Araya, Las Cuevecitas y Malpaís  se concentran mayoritariamente en un solo municipio de la Comarca de Acentejo, Santa Úrsula, los cuales se vieron favorecidos por el asentamiento de don Nicolás Marrero en la zona y los cargos que este ocupara en el ayuntamiento de Santa Úrsula. Por eso son muchas las familias de nuestro entorno que cuentan con familiares allí, un ejemplo de ello son los Torres de Araya.


Tenemos constancia que se asentaron en el barrio de La Tosca de Ana María en 1901, cuando el arayero Dámaso Torres Castro contrajo matrimonio con la santaursulera Peregrina León León. Para desenredar esta familia tuvimos la gran fortuna de entrevistar en varias ocasiones a una de sus descendientes, Guadalupe Torres León, “Lupe”, todos los calificativos para definir a esta pequeña gran mujer son pocos, era una gran conocedora no solo de la estructura de su propia familia, sino que también lo era de la de otros paisanos que, como su padre y su esposo (también arayero), “viraron de la cumbre pa’ atrás”, para trasladarse a vivir a Santa Úrsula. “Lupe”, que así le gustaba que la llamasen, fue una transmisora oral innata y con “un rejo” como pocos hemos visto y todo ello pese, a la ceguera a la que su avanzada edad, la había llevado a padecer y que permanecía casi todo el día en cama.


Ella nos desveló todos los entresijos de los Torres de Santa Úrsula y los diferentes enlaces familiares que durante décadas se llevaron a cabo entre los Torres de Araya y los Torres de Santa Úrsula. Fue una familia muy endogámica,  lo que hace posible que en la actualidad existan casi tantos Torres “en el norte” (Santa Úrsula) como en Araya. “Lupe” hacía escasas diferencias entre sus antepasados, a todos les guardaba un gran afecto y cariño, pero esas escasas diferencias siempre las hacía para resaltar a una de sus antepasadas, ya que le había permitido disfrutar de la oportunidad, cuando ella era niña, de conocer casi toda la isla de Tenerife, en unos tiempos en los que no era frecuente moverse por la geografía insular. “Lupe” siempre acompañaba a “Amalia la sajorina” en todas “las visitas” que hacía fuera de Santa Úrsula. 

“Visitas” a las que acudía Amalia Torres acompañando a un médico que requería de sus “capacidades extrasensoriales” para atender “conjuntamente” los casos difíciles, combinado así la videncia y el conocimiento de “otros medios de sanación” con los conocimientos científicos y médicos.


 - “Lupe”, ¿quién era esa “Amalia la sajorina”?, - Si yo te contara… . Y ahí, en esa intriga y palpable respeto, dejaba casi siempre en el limbo la información concerniente a las prácticas que como vidente, curandera y santiguadora ejerció Amalia Torres, no solo en Santa Úrsula sino en toda la isla de Tenerife.



María Amalia Torres Torres nació en Araya en 1891. Siendo niña emigró, junto con toda su familia a Cuba, su padre, tíos y primos solían pasar largas temporadas trabajando como jornaleros por zafras en ese país. La familia se asentó en la finca El Drago, en Güines, donde su padre, Paulino Torres Castro, estuvo empleado unos años antes de regresar definitivamente a Tenerife. Una vez en la isla la familia se desplazó “al norte” (Santa Úrsula) donde su pariente, Dámaso Torres Castro regentaba junto a su esposa un negocio familiar de transportes y venta de vinos de la zona, los acogió y les prestó ayuda para instalarse allí. Y es en este momento cuando Amalia comenzó a ser conocida por sus “dotes naturales”  como vidente (popularmente llamados “sajorinos”) y curandera. 


Y lo que "Lupe" se reservó y nunca nos contó sobre la vida de Amalia Torres, finalmente medio lo extrajimos del artículo que adjuntamos y que fue publicado en el periódico Jornada en julio de 1988.

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Amalia Torres, la última zahorí del Puente de Hierro.

Hasta hace poco la casa donde vivió la zahorí de Santa  Úrsula doña Amalia Torres, fue lugar de peregrinación de gentes que anhelaban encontrar remedio a sus males y enfermedades, aparentemente incurables y que procedían de los diferentes rincones del Archipiélago. Han transcurrido más de treinta años desde su muerte y sigue siendo punto de referencia en las conversaciones de la gente que se siente atraída por las santiguadoras y curanderos que ejercen su oficio aún a las puertas del Siglo XXI en la era de la Ciencia y la Tecnología. Con la santiguadora y zahorí Amalia Torres culmina una importante etapa del curanderismo en Tenerife y en el Archipiélago, por la resonancia que tuvo su acertado quehacer y por las especiales virtudes humanas que jalonaron su quehacer.

Todavía hoy pervive en el recuerdo de los vecinos del barrio de Toscas de Ana María, en particular,  y de las diferentes zonas de la Comarca de Acentejo, en general << las buenas obras realizadas por esta mujer que es digna de ser considerada como una santa>>, según el testimonio de doña Magdalena que a sus 83 años siente nostalgia y pena <<de no tenerla en vida, para que con su sabiduría aliviara mis males. Era una mujer muy generosa con los vecinos>>. Muchas personas procedentes de otras Islas se han desplazado hasta esta localidad en busca de doña Amelia, pero han tenido que regresar con las manos vacías… porque han pasado más de tres lustros desde su fallecimiento y no se encuentra una curandera de su categoría y talante humanos.

<<Todos los vecinos pedíamos sus consejos>>

Doña Magdalena nos recibió en su casa a pesar de hallarse enferma. Sus hijas coinciden en resultar las cualidades de doña Amalia, mientras ayudaban a incorporarse a su madre, para que nos contara las anécdotas y acontecimientos más importantes relacionados con las actividades de esta vidente, que era entrañable amiga y vecina. Ella era natural de Candelaria, explica y desde que era una niña se trasladó con sus padres a Santa Úrsula, donde residió hasta su muerte. Fue madrina, comadre de todos mis hijos, salvo de uno que se encuentra en Brasil, por lo que ya se puede hacer una idea de los lazos que nos unía. Don Juan José casó con ella en segundas nupcias, era viudo y mucho más joven.

Cuando mi hijo fue para Brasil, agrega, tardó muchos meses en escribirnos y temíamos por su vida. La travesía duró tres meses, ya que había partido en una embarcación modesta. Mi comadre nos tranquilizaba asegurando que estaba vivo, pero que lo estaba pasando bastante mal. Pasado un tiempo recibimos cartas suyas de su feliz llegada a América.

Doña Magdalena destaca entre otras cosas que Amalia Torres siempre estaba dispuesta para hacer el bien y nunca el mal. Renunciaba a toda proposición que supusiera causar dañó a otras personas, a sus semejantes. Era muy desprendida y por tal razón, debido a un descuido y  excesiva buena fe perdió una casa. Recién casada yo, tuve una enfermedad que hizo que no me ocupara de mis hijos. Después de haber acudido a muchos médicos, decidimos que me observara doña Amalia, quien encontró solución a mi problema. Conmigo se comportó como si hubiera sido mi madre, así la considere siempre. Casi todo el mundo en el barrio, en Santa Úrsula acudía a su casa para escuchar sus consejos y seguir sus indicaciones.

Para las buenas gentes del lugar y de numerosos barrios de las Islas, lo que decía doña Amalia iba a Misa. Su palabra tenía fuerza de ley.

<<Curaba todos los males, menos las enfermedades congénitas>>

Ismael Guzmán Afonso conoció de cerca las virtudes curativas de doña Amalia Torres y tiene amplias referencias e infinidad de testimonios orales que avalan sus especiales dotes. Estima que no era una curandera cualquiera porque actualmente muchas personas suelen presumir de tener  un dominio de la santería y ser meros aficionados o farsantes que se creen unos sabios por haber leído algunos libros.

Ismael Guzmán afirma que ella tenía el don de curar todos los males, salvo las enfermedades congénitas. Cuando alguien acudía a su casa cerca del Puente del Rey Alfonso XIII (Puente de Hierro), que comunica con la Victoria, ya intuía lo que le pasaba y si su afección requería una asistencia especializada o no. En el caso que se tratara de un asunto complicado recomendaba a la "paciente” que acudiera a un médico. Nunca recetaba medicamentos, porque consideraba que no estaba facultada para ello, aunque si recomendaba determinadas plantas y preparados medicinales. Antes encargaba la elaboración de los productos a los boticarios, o farmacéuticos. Doña Amalia  tenía unas dotes extraordinarias para curar y deshacer maleficios. En las zonas rurales abunda esta creencia  e incluso en las ciudades, aunque se disimula bastante. Hoy en día se está haciendo mucho daño con estas prácticas por personas sin escrúpulos y con él mero afán de lucro, a cuenta de la buena fe y salud de las gentes sencillas. Nuestra santiguadora nunca se prestó a tales artimañas, por lo que su recuerdo perdurará siempre.

Ismael Guzmán Afonso que se considera un entendido en estas ciencias, cuenta que se dio el caso de una mujer que no podía convivir con su marido porque bebía mucho y fue a pedirle un remedio a doña Armalia, pero ésta le respondió que no podía ayudarla, que era mejor que se separara, o lo dejara, antes que causarle algún daño que pudiera ser irreparable. Como ejemplo narra una anécdota significativa, recuerdo que a mi madre le habían robado las gallinas y al dar cuenta del hecho, doña Amalia le reveló el paradero de las aves sustraídas. En el Cuartel de la Guardia Civil indicó las características de cada una de las gallinas, la blanca, la negra, la de cuello peludo y la canela, entre otras, sin haberlas visto con anterioridad logrando que se devolvieran a su dueña. Según decía, se hallaba entre el barranco y cuatro caminos distantes de su casa.

<<No sabía ni leer ni escribir>>

La zahorí (“zahorila” en el lenguaje popular) de Santa Úrsula no sabía ni leer ni escribir, según afirma uno de sus parientes e Ismael Guzmán. Estuvo muchos años en Cuba y su padre no quería que se dedicara al curanderismo -Le prohibió-, puntualiza el señor Guzmán, <<que continuara esas prácticas porque no las consideraba verídicas y dudaba de su fiabilidad. Su padre, para desengañarse, le preguntó si sabía cuántas plantas habían en el patio de su casa, sin contarlas y ella le nombró, indicó la ubicación y el nombre de cada una>> .  A pesar de los años transcurridos desde su fallecimiento una aureola de misterio envuelve su memoria entre los habitantes de esta localidad, que encuentra su delimitación entre la realidad y la leyenda.

<<Antes de nacer lloró en el seno materno>>

Afirma Ismael Guzmán y los vecinos del lugar que han escuchado las narraciones de las personas mayores y ancianos que <<dicen que antes de nacer lloró en el vientre materno y que se podía ver una cruz en el "cielo de su boca". Hasta los más escépticos tienen sus interrogantes y sus reservas >>.

Con este reportaje sobre la zahorí tinerfeña se ha pretendido abrir el camino para futuras investigaciones sobre esta singular mujer, en el contexto del estudio racional del fenómeno del curanderismo en las Islas como un hecho cultural.


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