26 mar 2017



El cuento de la cosecha de Papas.


Hace unos cuantos años, muchos ya, un hombre “muy goledor” de Araya pasó por delante de un cantero  abandonado,  y le dio tanta pena que se puso a limpiarlo de matos y de yerbas que habían “enizado” aquel cantero fértil. 

Lo aró y cuando terminó se dio cuenta que no había decidido que iba a sembrar allí, porque aquella tierra había que sembrarla.  Finalmente se decidió por plantarla de papas, porque aquella tierra era buena para eso y él y  su familia siempre habían plantado papas, así que era algo que creyó sabría hacer el solo porque ya no tenía a su gente para que lo ayudaran con su sabiduría y buenos consejos.


Empezó haciendo los surcos a mano, surquiar (o lo que es lo mismo escribir) nunca se le había  dado bien, por eso siempre le encargaban tapar los surcos.  Pero cuando ya llevaba unos cuantos  surcos hechos alguien que pasó por el camino y lo vio le dijo:

 ¡muchacho cómprate un motor porque de esa manera no acabarás nunca! (el motor era un ordenador).  Y cierto fue porque los surcos salían derechitos que daba gusto y ya no se le “cambaban”.


Para empezar a sembrar solo tenía la semilla de papas  de su familia paterna, "los Reyes” (también conocidos como los “hijos  de Casimiro”), y de su familia materna, "los Marqueses” (o los “Papa Fría”), y con esa semilla que desde chico había ido, no sé sabe por qué, separando y guardando, empezó a sembrar aquellos primeros surcos.


Pero la semilla se le acabó pronto y no había hecho nada más que sembrar unos cuantos surcos de un cantero muy grande. Así fue que empezó a pedirle semilla a sus vecinos de Araya. 

En Areja de las primeras personas que le dio algo fue su amiga de toda la vida, Clari (la de Nanda y Zacarias), Zenón, Valentina, Regla y los hijos de Josefina “la costurera” (la Finita y el Chacho). En la “Morra los Valitos”, Florinda, los nietos de Cha Maximina, las hijas de Ramón Lugo, Adolfo Higuera, todos le dieron semilla. 

Pero cuando llegó a casa de Luís (el de Anita), amigos ahí sí que había semilla de la buena, de la antigua, y en cantidad suficiente para sembrar algo más que un par de surcos. Pero es que de allí se fue a casa de Ventura “el Gato”, bufff …. ese hombre le llenó tanto el saco que le temblaron las patas. La verdad que en Chicoro en todas las casas le dieron algo, por eso cuando llegó a casa de Brígida (la de Anacleto) ya tuvo que dejar un saco.

En la Morra del Pino fue a casa de Carmelina (la de Tomás), a la de Manuel (el de Cha Frasquita), a la de Arabia, donde ya lo esperaba Felipa, jummmm, si con Ventura le temblaron las patas no les cuento con esa mujer, le dio tanto que hasta le recarcó el saco. Anastasio, Cisa (la de Cha Candelaria) , Godofreda en La Montañeta, Maruca y Joaquín, Rodolfo, Eulalia y Olimpia en La Cruz del Camino, todos le dieron semilla. 

Subió al Lomo de las Goteras, pasó por La Morrita, bajó a la Joya y siguió pa La Vera, cruzando por El Pasito el barranco de Las Vigas, se acordó de “las Ciegas”  cuando pasó por delante de las cuevas y fue derecho a la casa de Candita, todos le dieron semilla.

Se acercó hasta “las Higueras Indias” y consiguió semilla de chu Pedro “Quequé” y cha Cecilia, con Ramira la de “los Cabezudos” se entretuvo, normal con lo que a los dos les gustaba alegar  y “un cuento”. Pero de la Florida no podía irse sin pasar por casa de Andrés “el Chile”, que le sacó toda la semilla que le quedaba de sus abuelos cho Patricio y cha Modesta. Después, fue a ver a Evangelina, Mena, Ciona, Merceditas, todos le dieron semilla.

En El Seifón pasó por la casa de Labrita la Marquesa”, la de Juanito “el Gato” y la de su sobrina Blanca, esa mujer se portó tan bien que mandó a su hija Idaira con él para que le ayudara a cargar con medio saco. Pasó por casa de Dolores, Marcelina, Domingo “Cascarilla”, José “el Marqués”, Juan Pedro, todos le dieron semilla.

Cruzó el barranco hasta llegar a La Jurada, a casa de Agustín y Argelia , de allí fue a tener a la Medida a ver a Julia Torres, a Demetrio, a Julián e Imelda, a Marianela, Olguita y por ir fue hasta la casa de Enrique y Eligia.

Al día siguiente, al bajar pasó por la casa de Salomé (“Maruca” pa los arayeros) y menos mal que fue temprano porque hasta indicaciones de a dónde ir a buscar semilla de Anaga le dio. En Chigerno, Emérita, Rosarito Chico, Dora, Coralia, Teodora y en La Rana, “los Marqueses” y Miguel Ángel, todos le dieron semilla.


Recogió semilla en Candelaria, en Igueste, en Barranco Hondo, en La Esperanza, en el Tablero, en Geneto, en Santa Cruz, por ir fue hasta la Tosca de Ana María en Santa Úrsula, a la casa de Guadalupe Torres y su hija Eloina (que buenas mujeres). Y  ya que estaba allí, pasó por un par de casas más de “La Corujera.


Cruzó la cumbre con un par de bestias cargadas con toda la semilla que ya había recogido y bajó por Chivisaya hasta Malpaís. Llegó como si fuera un cochinero,  lo miraron medios desconfiados porque no lo conocían, pero fue llegar a casa de Margarita Bello (la de Elías) y decirle que era el “hijo de José el de Araya” y bueno… se le abrieron todas las puertas en las que tocó. La de Genara, la de Fulgencio y su hermana Carmen, donde su hija Maura le empaquetó otra poca de semilla. 

Bajó hasta la casa de Leoncia a recoger la semilla de los Casanova y volvió a subir porque había dejado la casa de Félix Guanche para el final (bufff fuerte semilla buena le dio ese hombre, de todos los malpaiseros y cueviciteros tenía algo).


Estando allí, se dijo: no te puedes ir pa’ Cuevecitas sin ir antes a Arafo y pa’ Arafo que fue. Allí encontró a Candelaria y su hermana Maruca, a Juan Gregorio y en el barrio del Carmen recogió semilla en casa de Felipe Fariña y en la plaza pasó a ver a Agustín “Bracha”, pero no se fue sin antes ir a ver a Emilia Alonso.


Una vez estuvo de nuevo en Malpaís, recogió lo que había dejado en casa de Félix Guanche y jaló diestrito pa’ casa de Gabita y Paquito, de allí al Lomo las Colmenas a casa de Santiago y Lupe, donde su hija Raquel ya lo estaba esperando con medio saco de pita de la mejor semilla que le habían juntado por todo Cuevecitas. De allí pa’ las Cuatro Esquinas a casa de Sabina, a Ramona y a Francisco “Perilla” también los visitó, bajó por el callejón a casa de Arturo y Maruca, de allí fue a casa de Celsa, Natoria, Julia y Emilio. 

Derechito siguió pa’ La Herradura a ver a Rosa Marta y a Chicha. Y de allí al Balo a la casa de Hilda y de Inés Higuera y si llevaba ya las bestias “jundías” lo de Inés fue el acabose….Dios mío, no solo le dio de la mejor semilla que tenía sino que también le dio abono (el de la ilusión, la esperanza, el ánimo y los buenos consejos).


Cuando llegó  a Areja ya tenía semilla que le habían mandado hasta de “esas tierras de fuera”: Cuba, Venezuela, Perú, Estados Unidos.

Sembró toda la semilla que recogió, y que le cupo en aquel cantero. Le cayeron unas agüitas buenas y las papas se fueron poniendo preciosas y el güiro se fue corriendo de un lado para otro hasta que aparecieron  los gangocheros, mucho habían tardado y mucha fue la gente que le  había advertido de que vendrían a verlo.

Quisieron comprarle la cosecha, pero no entendieron que el arayero les dijera que esa cosecha no se vendía, que aquella cosecha tenía que ser regalada porque a él le habían regalado la semilla. Les escarbó  una muestra de las papas  para que las vieran y les ofreció la cosecha regalada, para que desde su almacén de la costa la repartieran a todo aquel que las quisiera. Trataron la cosecha y todo fue bien hasta que el arayero cavó las papas, y las guardó en la cueva a la espera de que los gangocheros fueran a buscarla. Nunca aparecieron. 

El hombre se vio desesperado, tanto trabajo, tanto de ir de un sitio pa’ otro, tanta gente dando lo poquito que  tenía, tanto sacrificio para que después  se despreciara, de aquella forma, la cosecha con la que tanta gente estaba tan entusiasmada. Así que de la noche a la mañana, sin saber por qué, se vio con una cosecha de papas que tenía que echar fuera y de la que todo el mundo quería una muestra. 

Como Dios lo ayudó abrió de un día para otro un puestito que llamó “Gen de Candelaria” y empezó a echar fuera todo lo que tenía… papas que ponía en el mostrador, papas que se las quitaban de las manos. 

La gente se fue juntando y juntando y desesperados le preguntaban: ¿y las buenas cuando las sacas?. 

Pero para sacar las papas buenas necesitaba sacos, así que fue corriendo a La Punta y allí David (el de Manolín) le hizo el saco más bonito que jamás había visto. 

Pero todos sabemos bien que en la boca del saco siempre hay que poner lo más escogido y hermoso de la cosecha y para eso se le ofreció don Octavio Rodríguez que puso un encolmo de lujo, bufff, lo mejor que se podía esperar.


Y así, de un día para otro, aquel arayero goledor empezó a repartir aquella cosecha de papas….la semilla de todos, la semilla que no debemos dejar perder nuevamente, la semilla que nuestros antepasados nos dejaron en forma de historias y “cuentos” como este que les hemos contado.

Por eso recuerden esta semilla la debemos de cuidar y seguir plantando y no debemos dejarnos engañar como con las papas negras, para cuando nos aparezcan con semillas nuevas  como la “negra oro” no paguemos una fortuna por ella.


La que vale, la buena, es la nuestra, la que plantamos y cuidamos nosotros.


2 comentarios:

  1. Gracias ,precioso !!!desde Uruguay agradecida por nuestra semilla.

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    1. Gracias, a las muchas personas que aportaron sus «semillas» para sembrar el cantero (huerta) de la Guía Genealógica, ha sido posible todo. Y Gracias, también a ustedes por seguirnos desde "tan lejos" y a la vez "tan cerca".
      Pero pensar que desde el pueblito de Las Cuevecitas, salió semilla, que llegó hasta Uruguay, nos hace reflexionar y valorar la importancia que este humilde trabajo ha tenido y tiene y tendrá .

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