El cuento de la cosecha de Papas.
Hace unos cuantos años, muchos ya, un hombre “muy
goledor” de Araya pasó por delante de un cantero abandonado,
y le dio tanta pena que se puso a limpiarlo de matos y de yerbas que
habían “enizado” aquel cantero fértil.
Lo aró y cuando terminó se dio cuenta
que no había decidido que iba a sembrar allí, porque aquella tierra había que
sembrarla. Finalmente se decidió por
plantarla de papas, porque aquella tierra era buena para eso y él y su familia siempre habían plantado papas, así
que era algo que creyó sabría hacer el solo porque ya no tenía a su gente para
que lo ayudaran con su sabiduría y buenos consejos.
Empezó haciendo los surcos a mano, surquiar (o lo
que es lo mismo escribir) nunca se le había
dado bien, por eso siempre le encargaban tapar los surcos. Pero cuando ya llevaba unos cuantos surcos hechos alguien que pasó por el camino
y lo vio le dijo:
¡muchacho cómprate un motor porque de esa manera no acabarás
nunca! (el motor era un ordenador). Y cierto fue porque los surcos salían derechitos que daba gusto y ya no se
le “cambaban”.
Para empezar a sembrar solo tenía la semilla de
papas de su familia paterna, "los Reyes”
(también conocidos como los “hijos de
Casimiro”), y de su familia materna, "los Marqueses” (o los “Papa Fría”), y con
esa semilla que desde chico había ido, no sé sabe por qué, separando y
guardando, empezó a sembrar aquellos primeros surcos.
Pero la semilla se le acabó pronto y no había hecho
nada más que sembrar unos cuantos surcos de un cantero muy grande. Así fue que
empezó a pedirle semilla a sus vecinos de Araya.
En “Areja” de las primeras
personas que le dio algo fue su amiga de toda la vida, Clari (la de Nanda y
Zacarias), Zenón, Valentina, Regla y los hijos de Josefina “la costurera” (la
Finita y el Chacho). En la “Morra los Valitos”, Florinda, los nietos de Cha
Maximina, las hijas de Ramón Lugo, Adolfo Higuera, todos le dieron semilla.
Pero cuando llegó a casa de Luís (el de Anita), amigos ahí sí que había semilla
de la buena, de la antigua, y en cantidad suficiente para sembrar algo más que
un par de surcos. Pero es que de allí se fue a casa de Ventura “el Gato”, bufff
…. ese hombre le llenó tanto el saco que le temblaron las patas. La verdad que
en “Chicoro” en todas las casas le dieron algo, por eso cuando llegó a casa de
Brígida (la de Anacleto) ya tuvo que dejar un saco.
En la “Morra del Pino” fue a casa de Carmelina (la de
Tomás), a la de Manuel (el de Cha Frasquita), a la de Arabia, donde ya lo
esperaba Felipa, jummmm…, si con Ventura le temblaron las patas no les cuento con
esa mujer, le dio tanto que hasta le “recarcó el saco”. Anastasio, Cisa (la de
Cha Candelaria) , Godofreda en “La Montañeta”, Maruca y Joaquín, Rodolfo, Eulalia y Olimpia en “La Cruz del Camino”, todos le dieron semilla.
Subió al “Lomo de las Goteras”, pasó por “La Morrita”,
bajó a la “Joya” y siguió pa “La Vera”, cruzando por “El Pasito” el barranco de “Las
Vigas”, se acordó de “las Ciegas” cuando pasó
por delante de las cuevas y fue derecho a la casa de Candita, todos le dieron
semilla.
Se acercó hasta “las Higueras Indias” y consiguió
semilla de chu Pedro “Quequé” y “cha Cecilia”, con Ramira la de “los Cabezudos”
se entretuvo, normal con lo que a los dos les gustaba alegar y “un cuento”. Pero de la Florida no podía
irse sin pasar por casa de Andrés “el Chile”, que le sacó toda la semilla que
le quedaba de sus abuelos “cho Patricio” y “cha Modesta”. Después, fue a ver a
Evangelina, Mena, Ciona, Merceditas, todos le dieron semilla.
En “El Seifón” pasó por la casa de “Labrita la Marquesa”, la de Juanito “el Gato” y la de su sobrina Blanca, esa mujer se
portó tan bien que mandó a su hija Idaira con él para que le ayudara a cargar
con medio saco. Pasó por casa de Dolores, Marcelina, Domingo “Cascarilla”, José
“el Marqués”, Juan Pedro, todos le dieron semilla.
Cruzó el barranco hasta llegar a “La Jurada”, a casa
de Agustín y Argelia , de allí fue a tener a la Medida a ver a Julia Torres, a
Demetrio, a Julián e Imelda, a Marianela, Olguita y por ir fue hasta la casa de
Enrique y Eligia.
Al día siguiente, al bajar pasó por la casa de
Salomé (“Maruca” pa’ los arayeros) y menos mal que fue temprano porque hasta
indicaciones de a dónde ir a buscar semilla de Anaga le dio. En “Chigerno”,
Emérita, Rosarito Chico, Dora, Coralia, Teodora y en “La Rana”, “los Marqueses” y
Miguel Ángel, todos le dieron semilla.
Recogió semilla en Candelaria, en Igueste, en
Barranco Hondo, en La Esperanza, en el Tablero, en Geneto, en Santa Cruz, por
ir fue hasta la Tosca de Ana María en Santa Úrsula, a la casa de Guadalupe
Torres y su hija Eloina (que buenas mujeres). Y
ya que estaba allí, pasó por un par de casas más de “La Corujera”.
Cruzó la cumbre con un par de bestias cargadas con
toda la semilla que ya había recogido y bajó por Chivisaya hasta Malpaís. Llegó
como si fuera un cochinero, lo miraron
medios desconfiados porque no lo conocían, pero fue llegar a casa de Margarita
Bello (la de Elías) y decirle que era el “hijo de José el de Araya” y bueno… se
le abrieron todas las puertas en las que tocó. La de Genara, la de Fulgencio y
su hermana Carmen, donde su hija Maura le empaquetó otra poca de semilla.
Bajó
hasta la casa de Leoncia a recoger la semilla de los Casanova y volvió a subir
porque había dejado la casa de Félix Guanche para el final (bufff fuerte
semilla buena le dio ese hombre, de todos los malpaiseros y cueviciteros tenía algo).
Estando allí, se dijo: no te puedes ir pa’
Cuevecitas sin ir antes a Arafo y pa’ Arafo que fue. Allí encontró a Candelaria
y su hermana Maruca, a Juan Gregorio y en el barrio del Carmen recogió semilla
en casa de Felipe Fariña y en la plaza pasó a ver a Agustín “Bracha”, pero no
se fue sin antes ir a ver a Emilia Alonso.
Una vez estuvo de nuevo en Malpaís, recogió lo que
había dejado en casa de Félix Guanche y jaló diestrito pa’ casa de Gabita y
Paquito, de allí al “Lomo las Colmenas” a casa de Santiago y Lupe, donde su hija
Raquel ya lo estaba esperando con medio saco de pita de la mejor semilla que le
habían juntado por todo Cuevecitas. De allí pa’ las “Cuatro Esquinas” a casa de
Sabina, a Ramona y a Francisco “Perilla” también los visitó, bajó por el
callejón a casa de Arturo y Maruca, de allí fue a casa de Celsa, Natoria,
Julia y Emilio.
Derechito siguió pa’ “La Herradura” a ver a Rosa Marta y a Chicha.
Y de allí al “Balo” a la casa de Hilda y de Inés Higuera y si llevaba ya las
bestias “jundías” lo de Inés fue el acabose….Dios mío, no solo le dio de la
mejor semilla que tenía sino que también le dio abono (el de la ilusión, la
esperanza, el ánimo y los buenos consejos).
Cuando llegó
a “Areja” ya tenía semilla que le habían mandado hasta de “esas tierras de
fuera”: Cuba, Venezuela, Perú, Estados Unidos.
Sembró toda la semilla que recogió, y que le cupo
en aquel cantero. Le cayeron unas agüitas buenas y las papas se fueron poniendo
preciosas y el “güiro” se fue corriendo de un lado para otro hasta que
aparecieron los “gangocheros”, mucho
habían tardado y mucha fue la gente que le
había advertido de que vendrían a verlo.
Quisieron comprarle la cosecha, pero no entendieron
que el arayero les dijera que esa cosecha no se vendía, que aquella cosecha
tenía que ser regalada porque a él le habían regalado la semilla. Les
escarbó una muestra de las papas para que las vieran y les ofreció la cosecha
regalada, para que desde su almacén de la costa la repartieran a todo aquel que
las quisiera. Trataron la cosecha y todo fue bien hasta que el arayero cavó las
papas, y las guardó en la cueva a la espera de que los “gangocheros” fueran a
buscarla. Nunca aparecieron.
El hombre se vio desesperado, tanto trabajo, tanto
de ir de un sitio pa’ otro, tanta gente dando lo poquito que tenía, tanto sacrificio para que después se despreciara, de aquella forma, la cosecha
con la que tanta gente estaba tan entusiasmada. Así que de la noche a la mañana, sin saber por qué,
se vio con una cosecha de papas que tenía que echar fuera y de la que todo el
mundo quería una muestra.
Como Dios lo ayudó abrió de un día para otro un
puestito que llamó “Gen de Candelaria” y empezó a echar fuera todo lo que
tenía… papas que ponía en el mostrador, papas que se las quitaban de las manos.
La gente se fue juntando y juntando y desesperados le preguntaban: ¿y las
buenas cuando las sacas?.
Pero para sacar las papas buenas necesitaba sacos,
así que fue corriendo a La Punta y allí David (el de Manolín) le hizo el saco
más bonito que jamás había visto.
Pero todos sabemos bien que en la boca del
saco siempre hay que poner lo más escogido y hermoso de la cosecha y para eso
se le ofreció don Octavio Rodríguez que puso un “encolmo” de lujo, bufff, lo
mejor que se podía esperar.
Y así, de un día para otro, aquel arayero goledor
empezó a repartir aquella cosecha de papas….la semilla de todos, la semilla que
no debemos dejar perder nuevamente, la semilla que nuestros antepasados nos
dejaron en forma de historias y “cuentos” como este que les hemos contado.
Por eso recuerden esta semilla la debemos de cuidar
y seguir plantando y no debemos dejarnos engañar como con las papas negras, para cuando nos aparezcan con semillas nuevas
como la “negra oro” no paguemos una fortuna por ella.
La que vale, la buena, es la nuestra, la que
plantamos y cuidamos nosotros.
Gracias ,precioso !!!desde Uruguay agradecida por nuestra semilla.
ResponderEliminarGracias, a las muchas personas que aportaron sus «semillas» para sembrar el cantero (huerta) de la Guía Genealógica, ha sido posible todo. Y Gracias, también a ustedes por seguirnos desde "tan lejos" y a la vez "tan cerca".
EliminarPero pensar que desde el pueblito de Las Cuevecitas, salió semilla, que llegó hasta Uruguay, nos hace reflexionar y valorar la importancia que este humilde trabajo ha tenido y tiene y tendrá .