Este Blog divulga información genealógica sobre las diferentes familias que han habitado y habitan en el municipiio de Candelaria (Tenerife). Especialmente en los pueblos de sus medianías: Malpaís, Las Cuevecitas, Araya, Igueste y Barranco Hondo. Información que se recopiló por medio del proyecto desarrollado para crear una Guía Genealógica sobre estas familias.
13 dic 2016
5 nov 2016
Amalia Torres, la vidente arayera que se estableció en Santa Úrsula.
Como pudimos ver en la publicación anterior, nuestros antepasados recurrían fundamentalmente para la curación de sus males a las curanderas/os que eran perfectos conocedores de remedios para curar a través de plantas, debido a que los médicos no estaba al alcance de todo el mundo, eran profesionales escasos y había que desplazarse para acceder a sus servicios, por lo que fueron casi inaccesibles para nuestros antepasados.
En este mundo pseudoprofesional
de la sanación sobresalió una arayera y no lo hizo precisamente en su entorno,
ya que debido a la movilidad de su familia, jornaleros de campo, terminó asentándose
en Santa Úrsula. Cuando terminen de leer esta publicación entenderán que Amalia
Torres, no fue una curandera “al uso”, su verdadera capacidad o dotación fue “la videncia”. Y el
ejercicio del curanderismo (como medio de sanación) siempre estuvo supervisado
por un médico, médico que requería de sus “capacidades extrasensoriales” en los
casos difíciles que atendía por toda la
isla.
Como comentamos en la
publicación: Nicolás Marrero Díaz el arayero que fue alcalde de Santa Úrsula,
los lazos de parentesco que existen
entre los habitantes de Araya, Las Cuevecitas
y Malpaís se concentran mayoritariamente
en un solo municipio de la Comarca de Acentejo, Santa Úrsula, los cuales se
vieron favorecidos por el asentamiento de don Nicolás Marrero en la zona y los
cargos que este ocupara en el ayuntamiento de Santa Úrsula. Por eso son muchas
las familias de nuestro entorno que cuentan con familiares allí, un ejemplo de
ello son los Torres de Araya.
Tenemos constancia que se
asentaron en el barrio de La Tosca de Ana María en 1901, cuando el arayero
Dámaso Torres Castro contrajo matrimonio con la santaursulera Peregrina León
León. Para desenredar esta familia tuvimos la gran fortuna de entrevistar en
varias ocasiones a una de sus descendientes, Guadalupe Torres León, “Lupe”,
todos los calificativos para definir a esta pequeña gran mujer son pocos, era
una gran conocedora no solo de la estructura de su propia familia, sino que
también lo era de la de otros paisanos que, como su padre y su esposo (también
arayero), “viraron de la cumbre pa’ atrás”, para trasladarse a vivir a Santa
Úrsula. “Lupe”, que así le gustaba que la llamasen, fue una transmisora oral
innata y con “un rejo” como pocos hemos visto y todo ello pese, a la ceguera a
la que su avanzada edad, la había llevado a padecer y que permanecía casi todo
el día en cama.
Ella nos desveló todos los
entresijos de los Torres de Santa Úrsula y los diferentes enlaces familiares
que durante décadas se llevaron a cabo entre los Torres de Araya y los Torres
de Santa Úrsula. Fue una familia muy endogámica, lo que hace posible que en la actualidad
existan casi tantos Torres “en el norte” (Santa Úrsula) como en Araya. “Lupe”
hacía escasas diferencias entre sus antepasados, a todos les guardaba un gran
afecto y cariño, pero esas escasas diferencias siempre las hacía para resaltar
a una de sus antepasadas, ya que le había permitido disfrutar de la oportunidad,
cuando ella era niña, de conocer casi toda la isla de Tenerife, en unos tiempos
en los que no era frecuente moverse por la geografía insular. “Lupe” siempre
acompañaba a “Amalia la sajorina” en todas “las visitas” que hacía fuera de
Santa Úrsula.
“Visitas” a las que acudía Amalia Torres acompañando a un médico que requería de sus “capacidades extrasensoriales” para atender “conjuntamente” los casos difíciles, combinado así la videncia y el conocimiento de “otros medios de sanación” con los conocimientos científicos y médicos.
- “Lupe”, ¿quién era esa “Amalia la
sajorina”?, - Si yo te contara… . Y ahí, en esa intriga y palpable respeto,
dejaba casi siempre en el limbo la información concerniente a las prácticas que
como vidente, curandera y santiguadora ejerció Amalia Torres, no solo en Santa
Úrsula sino en toda la isla de Tenerife.
María Amalia Torres Torres nació
en Araya en 1891. Siendo niña emigró, junto con toda su familia a Cuba, su
padre, tíos y primos solían pasar largas temporadas trabajando como jornaleros
por zafras en ese país. La familia se asentó en la finca El Drago, en Güines,
donde su padre, Paulino Torres Castro, estuvo empleado unos años antes de
regresar definitivamente a Tenerife. Una vez en la isla la familia se desplazó
“al norte” (Santa Úrsula) donde su pariente, Dámaso Torres Castro regentaba
junto a su esposa un negocio familiar de transportes y venta de vinos de la
zona, los acogió y les prestó ayuda para instalarse allí. Y es en este momento
cuando Amalia comenzó a ser conocida por sus “dotes naturales” como vidente (popularmente llamados “sajorinos”)
y curandera.
Y lo que "Lupe" se reservó y nunca nos contó sobre la vida de Amalia Torres, finalmente medio lo extrajimos del artículo que adjuntamos y que fue publicado en el periódico Jornada en julio de 1988.
......................
Hasta hace poco la casa donde
vivió la zahorí de Santa Úrsula doña
Amalia Torres, fue lugar de peregrinación de gentes que anhelaban encontrar
remedio a sus males y enfermedades, aparentemente incurables y que procedían de
los diferentes rincones del Archipiélago. Han transcurrido más de treinta años
desde su muerte y sigue siendo punto de referencia en las conversaciones de la
gente que se siente atraída por las santiguadoras y curanderos que ejercen su
oficio aún a las puertas del Siglo XXI en la era de la Ciencia y la Tecnología. Con la
santiguadora y zahorí Amalia Torres culmina una importante etapa del
curanderismo en Tenerife y en el Archipiélago, por la resonancia que tuvo su
acertado quehacer y por las especiales virtudes humanas que jalonaron su
quehacer.
Todavía hoy pervive en el
recuerdo de los vecinos del barrio de Toscas de Ana María, en particular, y de las diferentes zonas de la Comarca de Acentejo,
en general << las buenas obras realizadas por esta mujer que es digna de
ser considerada como una santa>>, según el testimonio de doña Magdalena
que a sus 83 años siente nostalgia y pena <<de no tenerla en vida, para
que con su sabiduría aliviara mis males. Era una mujer muy generosa con los
vecinos>>. Muchas personas procedentes de otras Islas se han desplazado
hasta esta localidad en busca de doña Amelia, pero han tenido que regresar con
las manos vacías… porque han pasado más de tres lustros desde su fallecimiento
y no se encuentra una curandera de su categoría y talante humanos.
<<Todos los vecinos pedíamos sus consejos>>
Doña Magdalena nos recibió en su
casa a pesar de hallarse enferma. Sus hijas coinciden en resultar las
cualidades de doña Amalia, mientras ayudaban a incorporarse a su madre, para que
nos contara las anécdotas y acontecimientos más importantes relacionados con
las actividades de esta vidente, que era entrañable amiga y vecina. Ella era
natural de Candelaria, explica y desde que era una niña se trasladó con sus padres
a Santa Úrsula, donde residió hasta su muerte. Fue madrina, comadre de todos
mis hijos, salvo de uno que se encuentra en Brasil, por lo que ya se puede
hacer una idea de los lazos que nos unía. Don Juan José casó con ella en
segundas nupcias, era viudo y mucho más joven.
Cuando mi hijo fue para Brasil,
agrega, tardó muchos meses en escribirnos y temíamos por su vida. La travesía
duró tres meses, ya que había partido en una embarcación modesta. Mi comadre nos
tranquilizaba asegurando que estaba vivo, pero que lo estaba pasando bastante
mal. Pasado un tiempo recibimos cartas suyas de su feliz llegada a América.
Doña Magdalena destaca entre
otras cosas que Amalia Torres siempre estaba dispuesta para hacer el bien y
nunca el mal. Renunciaba a toda proposición que supusiera causar dañó a otras
personas, a sus semejantes. Era muy desprendida y por tal razón, debido a un
descuido y excesiva buena fe perdió una
casa. Recién casada yo, tuve una enfermedad que hizo que no me ocupara de mis
hijos. Después de haber acudido a muchos médicos, decidimos que me observara
doña Amalia, quien encontró solución a mi problema. Conmigo se comportó como si
hubiera sido mi madre, así la considere siempre. Casi todo el mundo en el
barrio, en Santa Úrsula acudía a su casa para escuchar sus consejos y seguir sus
indicaciones.
Para las buenas gentes del lugar y
de numerosos barrios de las Islas, lo que decía doña Amalia iba a Misa. Su
palabra tenía fuerza de ley.
<<Curaba todos los males, menos las enfermedades congénitas>>
Ismael Guzmán Afonso conoció de
cerca las virtudes curativas de doña Amalia Torres y tiene amplias referencias
e infinidad de testimonios orales que avalan sus especiales dotes. Estima que no
era una curandera cualquiera porque actualmente muchas personas suelen presumir
de tener un dominio de la santería y ser
meros aficionados o farsantes que se creen unos sabios por haber leído algunos
libros.
Ismael Guzmán afirma que ella
tenía el don de curar todos los males, salvo las enfermedades congénitas. Cuando
alguien acudía a su casa cerca del Puente del Rey Alfonso XIII (Puente de Hierro),
que comunica con la Victoria ,
ya intuía lo que le pasaba y si su afección requería una asistencia especializada
o no. En el caso que se tratara de un asunto complicado recomendaba a la
"paciente” que acudiera a un médico. Nunca recetaba medicamentos, porque
consideraba que no estaba facultada para ello, aunque si recomendaba determinadas
plantas y preparados medicinales. Antes encargaba la elaboración de los
productos a los boticarios, o farmacéuticos. Doña Amalia tenía unas dotes extraordinarias para curar y
deshacer maleficios. En las zonas rurales abunda esta creencia e incluso en las ciudades, aunque se disimula
bastante. Hoy en día se está haciendo mucho daño con estas prácticas por
personas sin escrúpulos y con él mero afán de lucro, a cuenta de la buena fe y
salud de las gentes sencillas. Nuestra santiguadora nunca se prestó a tales
artimañas, por lo que su recuerdo perdurará siempre.
Ismael Guzmán Afonso que se
considera un entendido en estas ciencias, cuenta que se dio el caso de una
mujer que no podía convivir con su marido porque bebía mucho y fue a pedirle un
remedio a doña Armalia, pero ésta le respondió que no podía ayudarla, que era
mejor que se separara, o lo dejara, antes que causarle algún daño que pudiera
ser irreparable. Como ejemplo narra una anécdota significativa, recuerdo que a
mi madre le habían robado las gallinas y al dar cuenta del hecho, doña Amalia
le reveló el paradero de las aves sustraídas. En el Cuartel de la Guardia Civil indicó
las características de cada una de las gallinas, la blanca, la negra, la de
cuello peludo y la canela, entre otras, sin haberlas visto con anterioridad
logrando que se devolvieran a su dueña. Según decía, se hallaba entre el
barranco y cuatro caminos distantes de su casa.
<<No sabía ni leer ni escribir>>
La zahorí (“zahorila” en el
lenguaje popular) de Santa Úrsula no sabía ni leer ni escribir, según afirma
uno de sus parientes e Ismael Guzmán. Estuvo muchos años en Cuba y su padre no
quería que se dedicara al curanderismo -Le prohibió-, puntualiza el señor Guzmán,
<<que continuara esas prácticas porque no las consideraba verídicas y
dudaba de su fiabilidad. Su padre, para desengañarse, le preguntó si sabía
cuántas plantas habían en el patio de su casa, sin contarlas y ella le nombró,
indicó la ubicación y el nombre de cada una>> . A pesar de los años transcurridos desde su fallecimiento
una aureola de misterio envuelve su memoria entre los habitantes de esta
localidad, que encuentra su delimitación entre la realidad y la leyenda.
<<Antes de nacer lloró en el seno materno>>
Afirma Ismael Guzmán y los
vecinos del lugar que han escuchado las narraciones de las personas mayores y
ancianos que <<dicen que antes de nacer lloró en el vientre materno y que
se podía ver una cruz en el "cielo de su boca". Hasta los más
escépticos tienen sus interrogantes y sus reservas >>.
Con este reportaje sobre la
zahorí tinerfeña se ha pretendido abrir el camino para futuras investigaciones
sobre esta singular mujer, en el contexto del estudio racional del fenómeno del
curanderismo en las Islas como un hecho cultural.
28 oct 2016
Si ustedes ya han leído nuestras publicaciones anteriores: “Araya, Las Cuevecitas y Malpaís en 1848", “Llegada del agua potable a Candelaria", o “María Marrero Castellano, la amancebada que no podía ser enterrada en el cementerio católico", les será más fácil entender la presente publicación. Porque según fuimos adquiriendo un conocimiento más profundo de las condiciones de vida de nuestros antepasados hubo otro grupo social, que nos atrajo especialmente el interés, y ese fue el de los discapacitados, porque si para las demás “almas”, el sobrevivir al día a día fue duro, para ellos, los discapacitados, aún lo fue mucho más .
La discapacidad es la condición que se les da a las personas que presentan una deficiencia física, mental, intelectual o sensorial y que afecta a la forma de como esas personas se relacionan con el resto. En el pasado, fueron llamados impedidos, tullidos, cojos, mancos, ciegos, mudos, bobos, etc…, personas a las que los nombretes o motes se les aplicaban como auténticas etiquetas descriptivas “el Rengo”, “el Bizco”, “la Sorda”, “la Herniada”, etc... .
Nos llegó a sorprender que en determinadas épocas hubieran sido, especialmente numerosos, en nuestros pueblos. Pero la sorpresa fue en aumento a medida que fuimos conociendo diferentes casos y aspectos de sus vidas.Los hubieron tanto en Malpaís, Las Cuevecitas como en Araya, un ejemplo, fue el caso de varios hermanos ciegos de Araya, que vivieron confinados en un grupo de cuevas habitables que se encuentran al borde del andén de un profundo barranco y del que casi no salían para no accidentarse. Evidentemente, como la gran mayoría de las discapacitadas, las mujeres de este grupo de ciegos, fueron todas madres naturales de varios hijos e hijas, con lo que sus ya precarias condiciones de vida no solo les afectaron a ellas como discapacitadas sino también a sus hijos. Pero aun así, una de estas hermanas ciegas, fue capaz de superarse y esforzarse lo inimaginable y más, hasta que montó un negocio propio, “una venta”, un lugar donde vendía productos de primera necesidad para un reducido número de vecinos y que también servía de lugar de reuniones donde los hombres jugaban a la "baraja" (las cartas) y bebían “algo”.
Parte de las discapacidades que sufrían nuestros antepasados, se debían a la alta consanguinidad existente entre ellos, pero otra parte eran producto de accidentes, caídas, golpes, etc., fruto todas ellas de trabajar en duras labores físicas durante largas jornadas diarias al aire libre. Labores que realizaban tanto hombres, mujeres como niños, lo cual era condición indispensable para asegurarse el escaso alimento diario y muchas veces ni para eso. Si un miembro de la familia tenía un accidente, decaía su fuerza o enfermaba pasaba a depender del resto del grupo familiar, con la consiguiente carga que eso podría suponer para los demás. Esto, empeoraba cuando nuestros antepasados eran trabajadores de “tierras ajenas” (porque no poseían tierras propias), y trabajaban de “medias” o vendían su única fuente de ingresos, su fuerza física, a cambio “del sustento” (la comida). Si tenían un accidente o cualquier enfermedad no existían los “subsidios”, se quedaban sin “sustento” y pasaban a depender de sus familias, si las tenían, y si no… de las limosnas.
Otro factor promotor de discapacidades eran las enfermedades que sufrían. Nuestros antepasados padecieron de
frecuentes hambrunas causadas, casi siempre, por largos periodos de sequías, lo cual favorecía
el rápido desarrollo de enfermedades. Los enfermos en nuestros pueblos eran
atendidos fundamentalmente por curanderas que eran perfectas conocedoras de
remedios para curar a través de plantas, pero las enfermedades infecciosas
estaban fuera de su alcance. Eso, eran cosas mayores y propias de médicos, profesionales
que no estaba al alcance de todo el
mundo, hay que tener en cuenta también el escaso nivel y los mínimos recursos que tenía la
medicina en esas épocas, además de que eran profesionales escasos, y había
que desplazarse para acceder a sus servicios, bien a Güímar, a Arafo y más
recientemente a Candelaria, pero lo que los hacía realmente inaccesibles para nuestros
antepasados eran “sus honorarios”.
Por ello, en muchas
ocasiones, las enfermedades traían la pobreza y esto se convertía en un círculo
de difícil solución. Que unido a las deficientes condiciones higiénicas que existían, amparadas fundamentalmente por
la escasez de agua, el hacinamiento y las malas condiciones
de las casas, las cuales frecuentemente eran compartidas por muchas personas, esto
favorecía el desarrollo de todo tipo de infecciones y epidemias como las de
lepra, gripe española, fiebre amarilla o las de viruela en las que los que
lograban sobrevivir solían quedar estériles, ciegos y físicamente marcados (la
enfermedad provocaba la aparición de ampollas de pus en la piel que al secarse
quedaban en forma de costras que al caerse dejaban cicatrices permanentes) por lo que siempre se evitaba el contacto con
ellos por miedo al contagio.Es evidente que existió una relación directa entre
pobreza, enfermedad, marginalidad y personas con discapacidades.
Todas estas situaciones de frecuentes hambrunas,
enfermedades y epidemias, provocaban aún más discapacidades ya que se generaban
estados de ansiedad, demencias,
enajenaciones mentales, locuras, etc…
como lo ocurrido a la candelariera Inocencia Cruz Coello que a finales del
verano y principios del otoño de 1935 fue motivo de varios artículos en el
periódico “Hoy” debido a que era mantenida recluida en su casa sentada en el
suelo mediante un cepo que le aprisionaba las piernas para evitar su movilidad, por lo que fue llevada al manicomio de la
capital y según empezó a tener una alimentación en condiciones y a ser tratada
médicamente comenzó a mejorar.
Nada más sabemos de Inocencia, más allá de esos hechos,
desconocemos si logró finalmente ser curada de su demencia, si regresó nuevamente a Candelaria o si tuvo
descendientes. Hoy solo exponemos su caso como
ejemplo de las discapacidades que padecieron nuestros antepasados debido a las
hambrunas que pasaron.
—¿Ha venido el medico a verte? —No, señor. Somos muy pobres. Mi abuela no tiene dinero ni yo tampoco. Quiero que me saquen de aquí, que me vea la luz del sol; quiero pasearme al aire libre, distraerme y me pondré buena. Además, tengo hambre. Quiero comer. No me dan sino agua.
La abuela interviene. —Eso es mentira —dice— porque se te da de comer.
—¿Qué le dan de comer? —Por la mañana un poco de café y leche y a la noche algo de cena. —¿Nada más que eso? — ¿Qué más le voy a dar? Yo vivo de limosnas. Eso que come Inocencia se lo manda un hermano.
—No, medicinas, nada. Si la recetaran y la cuidaran bien, creo que se pondría buena, porque ella es modosita y cariñosa.
Reanudamos la conversación con Inocencia, que ha seguido con atención las palabras que hemos cambiado con la abuela.
—Trabajaba vendiendo pescado y también en los tomates. Estuve en las fincas de don Modesto Campos, en Güímar. Yo lo que quiero es que no me tengan aquí como un perro, en este suelo y sin comer. Tengo hambre. ¡Por Dios, denme algo! Señor... le voy a decir una cosa. Oí el otro día a mi abuela hablar de manicomio. ¿Por qué? Yo no necesito Manicomio sino un médico y, comida y que me curen.
21 oct 2016
Cha Carmela y Enriqueta Alonso. Un ejemplo de recuperación de la transmisión oral familiar.
La tradición oral, es la forma de la que nos hemos valido durante generaciones, para transmitir conocimientos y experiencias adquiridas en el pasado a las nuevas generaciones.
De esta manera, nuestra sociedad
ha podido transmitir su historia, tradiciones y otros conocimientos a través de
generaciones sin usar la escritura. Lo cual, era algo que no estaba al alcance
de la mayoría de la población de nuestros pueblos y por eso el analfabetismo
afecta a una buena parte de nuestra población de ancianos.
Una cosa, es la transmisión oral
colectiva de una comunidad, y otra es la transmisión oral familiar. En este
último caso, la transmisión oral recae fundamentalmente en las personas mayores
del entorno familiar. Y en los últimos tiempos, creemos, que la historia familiar no se está
transmitiendo como hasta hace unas décadas atrás. Encontrándose esta
transmisión en un serio retroceso debido, principalmente, a dos causas: la primera que nuestros mayores ya no están
llegando a la ancianidad en las mismas condiciones mentales en que lo hacían
sus antepasados, y la segunda por la desestructuración de las familias.
Por ello, es que surge esta parte
previa de nuestro proyecto, la publicación de los extras de información que
hemos recopilado, para intentar rescatar esa transmisión de conocimientos
familiares, fomentando el intercambio de
“cuentos”, opiniones y cualquier tipo de anécdotas en el seno de las familias para
propiciar con ello la reactivación de la tradición oral familiar y la colectiva
en los pueblos de nuestro entorno. Con el fin de lograr, con ello, un reseteo de
“la historia familiar” y evitar que desaparezca, fomentando que sea recogida en el seno de las familias. Y al mismo tiempo que las familias tengan una excusa para hablar e intercambiar vivencias.
Esta experiencia no es nueva en nuestro
municipio, por lo que queremos destacar dos publicaciones que nos han sido de gran utilidad para
nuestro proyecto, ya que albergan infinidad de acontecimientos y personajes de los pueblos de las medianías de Candelaria.
La primera nos fue de gran ayuda, ya que cuando casi estábamos iniciando este proyecto, una familia de Araya
publicó en formato libro la vida de su abuela. La cual se narra de una forma
amena y cercana utilizando como base los “cuentos” que esa abuela le hacía a
sus descendientes, siendo una de sus bisnietas, Texeneri Delgado Higuera, la
que casi 10 años después del
fallecimiento de cha Carmela Díaz , que así se llamaba esta abuela, la que transcribió esos “cuentos”. En un principio, pensando en el
ámbito familiar, pero fue tanta la trascendencia que tuvo la vida y las
enseñanzas que transmitió cha Carmela que su “librito” voló de casa en casa y
de pueblo en pueblo. Su éxito de divulgación, estuvo, a nuestro juicio, en que
no estaba hecho para trascender al ámbito público, se creó para un ámbito
familiar y privado y en una forma narrativa “antigua” que ni la autora quizás
sabía que estaba utilizando. Usó la forma narrativa de su bisabuela, la del
“cuento”, la de la transmisión oral contada en forma de historias y por eso caló
entre aquellas personas que lo leyeron y entre las que continúan haciéndolo. Por
ello nos sorprende que casi ocho años
después de haberse publicado y pese a la importancia que creemos que tiene, este libro
no esté disponible en las bibliotecas del municipio.
La segunda ha sido también publicada
en formato libro recientemente por el
ayuntamiento de Candelaria: “Enriqueta Alonso Pérez en diez historias”, con características
similares al de Cha Carmela. Y en el que por medio de las historias ("cuentos") que contaba
Enriqueta Alonso sobre su vida se dan a conocer una serie de personas y hechos
históricos de relevancia para nuestro proyecto.
Ambos libros son lecturas
cercanas, porque las identificamos como algo familiar, pero es que además son educativas e introductorias
de la historia local reciente.
Por ello, esperamos que las
diferentes publicaciones que vamos subiendo a este blog reactiven en sus familias
la tradición oral familiar y vayan acopiando información para poderla confrontar y contrastar con la que nuestra Guía Genealógica pretende
aportarles.
14 oct 2016
Origen de Araya, tierras que se llamaban en tiempo de guanches Xiban .
Por los libros de
Datas de Tenerife, sabemos que tras la conquista de la isla, el Adelantado Alonso
Fernández de Lugo, procedió al repartimiento de tierras entre los conquistadores
castellanos, “canarios” (indígenas de Gran Canaria que colaboraron en la conquista
de Tenerife y La Palma ) y a
escasos guanches (indígenas o “naturales” de Tenerife). Entre las
tierras otorgadas en el Valle de Güímar, hemos de destacar, las que en el año
1514 (nº 1086 doc. 43) se concedieron a
Miguel de Güímar “natural y vº desta Isla”
en la zona:
“… encima de Nª. Sra. Candelaria, q. eran
campos de los guanches, q. se llamaban en tiempo de guanches Xiban”.
Sabemos que, tanto Miguel de Güímar, como sus hermanos Antón Azate, Simón de Güímar y María de Güímar (también llamada María Fernández) tuvieron que ser guanches destacados para que les fuesen concedidas tierras tras la conquista, aunque no consta que fuesen de la familia del mencey de Güímar. Miguel de Güímar continuó viviendo en el valle y se casó en con doña Isabel (hija de Adjoña, mencey de Abona), de cuya unión fue hijo Pedro Miguel el cual casó con María Hernández (hija del guanche Gonzalo Guanicas del bando de Anaga) .
Parte de las tierras concedidas a Miguel de Güímar quedaron, toponímicamente, deslindadas el 3 de marzo del año 1574 (60 años después de haber sido otorgada la Data) cuando María Hernández, la viuda de su hijo Pedro Miguel, procede a hacer testamento ante el escribano Sancho de Urtarte:
“… declara
que Pedro Miguel heredó de su padre, Miguel de Güímar, cierta cantidad de
tierras en Ntra. Sra. de Candelaria lindantes con el barranco de la huerta y la
noria de los frailes de Ntra. Sra. de Candelaria a dar a la fuente de Chilse,
con el barranco de la Cruz del Conde que dicen por nombre Chaxacoy y Araguygoña
y por la banda de arriba Chafa cortando a la fuente…”
“… con las demás otras que lindan con estas tierras, por la parte de abajo con el camino real que
va a la ciudad, …”
“ … ,con la vena de la mesa, aguas vertientes a las dichas tierras y con
el roque de Chafa…”
Por lo que de este testamento de María Hernández, deducimos que ella y sus hijos eran propietarios de una gran extensión de tierras que, partiendo desde el camino real que va a la ciudad llegaban hasta Chafa y la fuente de Chilse (actualmente fuente de Chese) y que limitaban por uno de los laterales con la vera de la Mesa a aguas vertientes (hacia el Valle) y por el otro lateral con el barranco de la huerta y la noria de los frailes (actualmente llamado de los Guirres en su desembocadura y en la zona alta del Rincón y Achacay) y que es el límite divisorio físico entre las tierras de Araya y Las Cuevecitas. Tierras que como hemos podido ver eran propiedad de guaches (que también fueron llamados “naturales”).
Estas tierras que habían quedado recogidas, como ya hemos dicho anteriormente, en los libros de datas y que “se llamaban en tiempo de guanches Xiban”, vienen a conformar, lo que en la actualidad es la demarcación geográfica y de asentamiento del pueblo de Araya.
Pero el nombre de Araya, no consta por escrito en ningún otro documento (que conozcamos) hasta que en abril de 1574 , Diego Moreno, hijo de Pedro Miguel y María Hernández, acuerda ante el escribano Sancho de Urtarte el arrendamiento de un pedazo de tierra en ”el término de Araya “. Siendo esta, como hemos dicho, la primera vez que se cita en un documento escrito el nombre de Araya y esto ocurrió tan solo sesenta años después de habérsele concedido a Miguel de Güímar (abuelo de Diego Moreno) en 1514 las tierras que “se llamaban en tiempos de guanches Xiban”.
Existe otro documento de 1576, escriturado ante Sancho de Urtarte, en el que se dispone la dote matrimonial de Francisca Pérez (que fue hija de Miguel Hernández y nieta de Pedro Miguel y María Hernández), en la que se indica que se le conceden “para sustentar la carga del matrimonio” varios pedazos de tierra “sito en Araya”, entre los que destacamos por los topónimos que se mencionan:
- 3 fanegas “de Chicora para arriba”. El topónimo “Chicoro” existe actualmente en Araya, es la parte central del pueblo y en la que se concentran todos los servicios del mismo.
- 4 fanegas “de la medida para arriba”. El topónimo “La Medida” también ha
persistido hasta nuestros días y marcaba
el límite inferior o de entrada al pueblo y coincidía con el camino viejo o camino
real del sur. Recordemos que María Hernández en su testamento fijó el límite
inferior de sus propiedades en, ” por la
parte de abajo con el camino real que va a la ciudad” , en este lugar.
Esta dote matrimonial de Francisca Pérez y la ubicación de estas tierras tienen una gran importancia porque la evolución de las diferentes familias, que descienden tanto de Francisca Pérez, como de sus tíos Diego Moreno y Juana Pérez (todos ellos descendientes de Pedro Miguel y por tanto de Miguel de Güímar), estará muy vinculada a estas tierras en Araya – Xiban, parte de las cuales, aún hoy en día, sus descendientes continúan conservando, ya que las vienen heredando desde que en 1514 le fuesen concedidas a su antepasado Miguel de Güímar por el Adelantado Alonso Fernández de Lugo.
Cabe resaltar que entre las familias que descienden directa o indirectamente de Miguel de Güímar y que aún continúan asentadas en Araya están los Díaz, los Chico, los Rodríguez o los Torres (que a groso modo puede ser el 70% de la población actual de Araya). Y rara es la familia que aún portando otros apellidos no hayan emparentado en algún momento con estas, incluido las familias de más raigambre en Las Cuevecitas o Malpaís, pueblos estos en el que, por ejemplo, la familia Rodríguez ("los Pina"), descendientes directos de Francisca Pérez, esta emparentada con casi todas las demás.
Estos hechos, nos ratifican en la expresión que usan nuestros mayores: ¡eso es más viejo que Araya!, pues efectivamente Araya (en tiempos de guanches Xiban) viene de muy atrás, de muy viejo.
Un motivo más para enorgullecernos de nuestros orígenes y respetar la tierra en la que vivimos y que ha visto nacer y morir a muchas generaciones de nuestra gente.
Gen de Candelaria - Elías Torres
Biografía:
- Las Datas de Tenerife. Elías Serra Ráfols.
- El Valle de Güímar en el Siglo XVI. Protocolos de Sancho de Urtarte. Miguel A. Gómez Gómez.
7 oct 2016
Nicolás Marrero Díaz. El arayero que fue alcalde de Santa Úrsula.
Los lazos de parentesco que existen entre los habitantes de los diferentes pueblos de las medianías de
Candelaria y los pueblos de los municipios que componen la Comarca de Acentejo tienen
su explicación, si tenemos en cuenta la
gran afluencia de peregrinos que procedentes de esta zona de la isla se acercan
cada año a las fiestas de la Virgen de Candelaria y que desde la antigüedad acceden a pie
hasta Candelaria siguiendo los diferentes caminos reales.
Los habitantes de los municipios
de Tacoronte, El Sauzal, La Matanza y La Victoria, por ejemplo, cuentan con más
lazos de parentesco con los habitantes de Igueste debido a que los caminos reales que conducen desde los
diferentes pueblos de esos municipios
confluyen en la cumbre de Candelaria en el lugar de Las Lagunetas y
desde ahí descienden siguiendo un único camino real por el Valle de Igueste
hasta Candelaria.
Pero en cambio, los lazos de
parentesco de los habitantes de Araya,
Las Cuevecitas y Malpaís se concentran
mayoritariamente en un solo municipio de la Comarca de Acentejo, con Santa Úrsula y eso también tiene su fundamento en la
existencia de un camino real o ruta de
peregrinación, el cual parte desde Santa Úrsula
y desciende por Malpaís donde se une con el camino real que viene desde La Orotava, pasando por Arafo.
Pero los peregrinos también se desviaban en su descenso a Candelaria por los
caminos secundarios que unen las tierras de Chivisaya, con los pueblos de Las
Cuevecitas y Araya.
Por eso, son muchas las familias
de nuestro entorno, que en el pasado contaban con familiares en Santa Úrsula,
algunas de las cuales los han mantenido hasta hace pocas décadas, como pasa, por ejemplo con los Díaz, con los
Castro, con los Otazo, con los Pérez, con los Marrero, o con los Torres.
En esta publicación, queremos referirnos a uno de nuestros paisanos que “viró de la cumbre pa’ atrás”, para trasladarse a vivir al pueblo de La Corujera, en Santa Úrsula.
Tuvimos constancia de la
existencia de descendientes de la familia Marrero en Santa Úrsula por medio de
dos entrevistas. Una realizada a doña Ramira Díaz Ramos y la otra a don Valerio
Pacheco Marrero, por medio de las cuales nos describieron sus lazos de
parentesco con estos Marrero “del norte”. Y tirando de la hebra localizamos en La Corujera a doña María del
Carmen Marrero García, pudiendo con ello completar esta rama familiar de santaursuleros
– arayeros.
Nicolás Marrero Díaz nació en
Araya en 1846 y se estableció en Santa Úrsula en el año 1868 tras contraer
matrimonio con la santaursulera María del Rosario Guzmán Noda, de
cuya unión tenemos constancia que
nacieron los Marrero Guzmán: Marcelino Antonio, Pedro Pablo, Cristina, María y
Miguel Jacinto.
Esta unión matrimonial propició que, a posterior, otros paisanos de estos pueblos continuasen emparentándose y estableciéndose en ambos pueblos.
Don Nicolás se crió en una
familia de agricultores con cierta formación e importancia. Su abuelo Francisco Anastasio Marrero García, fue un destacado agrimensor y por tanto, de las
escasas personas de la zona que contaba con un título profesional adquirido
mediante el estudio. Suponemos, por ello, que don Nicolás contó con cierta
formación, al igual que sus hermanos, que sí que nos consta que la tuvieron, ya que fueron una rara excepción al saber leer
y escribir en unos tiempos en los que
ese hecho era algo excepcional en nuestros pueblos. María Marrero Díaz, “María la cabezuda” , la única hermana que
tuvo, fue la única mujer que sabía leer y escribir con fluidez a principios del
XX en Araya y nos extrañaría que en Las Cuevecitas y Malpaís hubiera habido alguna
otra mujer con esos conocimientos. Su también hermano Pedro Pablo Marrero Díaz,
es aún muy recordado por haberse destacado en el acogimiento de muchos emigrantes de nuestros pueblos que tras
su llegada a Cuba se establecían en su finca “La Macagua” de Güínes (provincia
de La Habana), hasta que él les
buscaba un trabajo.
Por medio de los Boletines Oficiales de la época tuvimos constancia de que don Nicolás había tenido una vida pública destacada en Santa Úrsula a finales del siglo XIX y principios del XX, llegando a ser miembro de jurados populares, presidente de mesas electorales y concejal.
Boletín Oficial de Canarias ( 4 de marzo de 1896).
Boletín Oficial de Canarias ( 4 de agosto de 1902).
La vida pública de don Nicolás
Marrero Díaz lo condujo a asumir el cargo de alcalde del municipio de Santa
Úrsula durante un periodo, que nos conste, de dos años, de 1904 a 1906. Cargo que
volvió a desempeñar por unos meses en 1908.
Boletín Oficial de Canarias ( 6 de noviembre de 1908).
La primera mitad del siglo XX fueron tiempos difíciles para todos. Por ello, no idealicemos y pensemos que los cargos que ocupó don Nicolás libraron a su familia de las penurias de esa época, especialmente fueron muy duros para algunos de sus descendientes, que terminaron regresando a su Araya natal donde tuvieron una vida de lo más desdichada y carente de los más mínimos recursos.
Por tanto, los actuales descendientes de don Nicolás Marrero Díaz, en Santa Úrsula y en Araya, que en su gran mayoría desconocen estos hechos, a partir de hoy tendrán un motivo más para enorgullecerse de sus orígenes.
Gente humilde, sencilla,"sin pompa" y que también tiene su historia. Historia... que se ha perdido y entre los objetivos de nuestro proyecto está rescatarla del olvido.
Para ampliar información recomendamos:
- Don Francisco Anastasio Marrero García (1791-1879). Octavio Rodríguez Delgado.
30 sept 2016
El nombrete de los Higuera
Como
ya hemos comentado en otras publicaciones, para poder profundizar en el origen de las
familias que desarrollamos en la Guía Genealógica, ha sido fundamental y de gran
importancia, “la tradición oral familiar”. La tradición oral, con
el paso de los años, suele distorsionar los hechos reales o no ser muy acorde
con los mismos. Pero este, es otro de
los casos en los que ,esa transmisión de conocimientos no se ha distorsionado y se ha mantenido fiel a la realidad y al igual que nos pasó con el caso de Juana Chico Díaz, entre las muchas entrevistas realizadas, solo obtuvimos una referencia concreta sobre estos hechos.
Una
de las ramas de la familia Higuera, ha hecho un
importante esfuerzo para conservar su legado oral familiar, sin el cual, no hubiéramos podido
acceder a desvelar su pasado. Además, esto cobra mucha más importancia si se
tiene en cuenta que esta información se lleva transmitiendo, aproximadamente, dos
siglos y creemos haberla recuperado en un momento crítico, cuando sólo uno de
los miembros familiares, es quien la conoce con exactitud.
En las entrevistas realizadas a los miembros de
más edad de la familia Higuera, que vivían y viven en la zona, por ejemplo, los
hermanos Higuera del Castillo: Inés, Felipe o Amado, o los hermanos Higuera
Rodríguez: Juan o Adolfo, nunca supieron decirnos con “ un cierto rigor” la
procedencia de su apellido y por tanto, de su familia, más allá de que llegaron a
Araya procedentes de Igueste y tras comprar, su abuelo Fermín
Higuera Marrero
(bisabuelo para los Higuera Rodríguez) a principios de 1900 la finca conocida
como “ del médico Llarena” .
Lo
cierto es que, nos encontramos con un verdadero escollo, al indagar en el pasado
de esta familia, porque no podíamos retroceder
más allá del año 1812 debido a que en los libros de matrimonio de la
Parroquia de Santa Ana, no se dejó constancia de que el primer Higuera que se inscribió hubiese tenido un origen distinto al del pueblo de Igueste o al de la zona de Candelaria.Y para más inri la familia Higuera no estaba presente en el padrón de 1779 en ningún pueblo de Candelaria. La conclusión era que la familia Higuera no tenía un pasado en la zona de Candelaria con anterioridad al año 1812.
Por lo que nuestra búsqueda, por mucho que
insistimos, no dio fruto, hasta que tuvimos la fortuna de localizar a una fiel
transmisora de la tradición oral de esta familia, la señora Amparo Higuera
Álvarez, que nos relató la historia del origen de su apellido tal cual se la
transmitió su padre, Fermín Higuera Díaz, y a este el suyo. Quitándonos con
ello un concepto que teníamos preestablecido en cuanto a que creíamos que la tradición oral
se conserva mejor en las zonas rurales que en las urbanas. Y no es así, se conserva
mejor allí donde sus transmisores han hecho un especial hincapié y esfuerzo en conservar
y transmitir los conocimientos familiares del pasado.
La tradición oral en la familia Higuera dice
que:
… un antepasado de esta familia, que se llamó Juan, desarrolló en exceso su orgullo y arrogancia para defenderse de las bromas y
desprecios que, por su origen como hijo de madre natural le hacían. Juan del Carmen López, que así se llamaba,
vivía en Igueste en una casa que la cubría una hermosa higuera y por ello se le
empezó a llamar “Juan el de la higuera” queriendo, también, hacerle así, un
desprecio sobre su origen como hijo natural. Esto provocó que, Juan del Carmen
tomase una decisión para parar esas burlas y desprecios y desvincularse del
apellido López, "yo soy Juan Higuera y a
mí nadie me pone un nombrete", cambiando con ello drásticamente el apellido originario de su familia, pasando
desde ese momento a ser Higuera.
¿Cómo consiguió establecer o fijar el reconocimiento
oficial de ese nuevo apellido?, lo desconocemos, pero sí que logró su objetivo en escasos 25 años si
tenemos en cuenta las anotaciones de las actas de bautizo y matrimonio de su
hijo mayor, que fue inscrito en el momento del bautizo (año 1787) con apellido
López y al contraer matrimonio en el año 1812, ya consta inscrito con apellido
Higuera. Hechos estos que se repiten en todos los hijos de Juan del Carmen
López.
Este nuevo hilo de información nos
permitió retroceder en el origen de esta familia rápidamente, aunque nos supo a
poco, porque solo llegamos hasta principios de 1700, última fecha a la que hemos
podido acceder.
Pero aportándonos otra nueva y gran sorpresa, la familia López se asentó en Igueste procedente de Araya, donde
vivió a principios de 1700 el último (o primer) López al que accedimos. Los
Higuera son una familia cuyo origen, por ahora, queda establecido en el pueblo
de Araya y no en el de Igueste como se creía.
Lo cual nos hace plantearnos
algunas preguntas: ¿conocía Fermín
Higuera Marrero sus orígenes arayeros cuando dos siglos después compró su
propiedad en Araya?, ¿compró esa propiedad por alguna razón determinada?. Las respuestas y las muchas preguntas, que a buen seguro, se les vendrán a sus cabezas tras
la lectura de esta publicación, le tendrán que dar respuesta en el futuro otras personas o historiadores que se interesen por profundizar en los
orígenes de esta familia arayera - iguestera que convirtió su nombrete en
apellido en un acto de orgullo y arrogancia para defenderse de las bromas y desprecios que por su origen como hijo natural se le hacían.
Estos hechos que les relatamos, nos
llenaron de alegría por haber podido dar respuesta a un hecho que nos tenía
bloqueados en el progreso de la investigación de esta familia. Pero a la vez, nos
embargó una pena indescriptible, porque ya no estaba con vida una de las
personas que más hubiera agradecido conocer estos hechos, doña Inés Higuera del
Castillo , una erudita del costumbrismo de nuestros pueblos, una
apasionada del saber sin cuyo apoyo anímico, moral y la gran cantidad de datos
e información que nos aportó no hubiéramos podido iniciar este proyecto.
Que sirva esta publicación como una muestra
más de lo muy agradecidos que le estamos por su indispensable colaboración.
* Amparo, GRACIAS por ser el
vínculo transmisor.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)